Es lo que todos deseamos, un feliz cumpleaños en una fecha tan redonda como son los cien, para el Concurso de los Patios, que ha visto pasar un siglo de vida por esta Córdoba de nuestros amores y nuestros desengaños y, por tanto, puede dar fiel cuenta de cómo hemos ido cambiando casi sin cambiar, que, para bien y para mal, es el modo cordobés de hacerlo. El Ayuntamiento, porque el certamen fue empeño municipal desde sus tímidos comienzos en 1921, ha querido acompañar la efeméride de un programa cultural extraordinario que la ensalza. Es una especie de regalo colectivo que la ciudad ofrece a los patios -presentes en nuestra arquitectura urbana al menos desde la época de los romanos- y por supuesto a sus propietarios y cuidadores, en quienes recae el mantenimiento de estos reinos de cal y macetas que no son solo una tradición única en el mundo, sino una forma especial de estar en él.

El principal regalo, que no es poca cosa en las circunstancias que nos afligen, ha sido que el concurso pueda celebrarse en su momento, el alegre mayo cordobés, despojado el pobre de tantas otras fiestas por culpa de la pandemia. Eso sí, se multiplican los controles sanitarios y de aforo -con ayuda tecnológica de sensores y drones- y, todavía con cierres perimetrales por todo el país, no se cuenta con más visitantes que los andaluces y locales, en quienes cabe esperar un comportamiento que permita disfrutar de estos recintos de belleza calmada sin romperla y sin poner en riesgo la salud de todos. No habrá hasta el 16 de este mes multitudes llegadas de todos lados para conocer los patios, como venía ocurriendo -para agobio de los cordobeses, que habían acabado por desistir de la visita- desde que en 2012 la Unesco los declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y su fama se disparó internacionalmente. Pero se podrá disfrutar de esta naturaleza domesticada y costumbrista en sazón primaveral, y no como el pasado año envuelta ya en los colores del otoño por no perder la costumbre de compartirla aunque fuera a destiempo.

El centenario trae también consigo otro obsequio para la ciudad, y es la exposición que el Archivo Municipal, con Ana Verdú, su dinámica directora al frente del proyecto, exhibirá durante todo el mes en la plaza de las Tendillas. Se trata del mismo sistema que ya empleó el pasado año en el paseo de la Ribera para recordar a Julio Romero de Torres y su época, que tan buena acogida de público tuvo, esta vez traducido en 32 paneles nutridos con un sabrosísimo material documental. Son reproducciones de recortes de prensa -en buena medida extraídos del Diario CÓRDOBA- y de fotos teñidas con el sepia de la nostalgia que aporta el Archivo siguiendo las indicaciones de Francisco Solano Márquez Cruz, quien, periodista sin fecha de caducidad, en su presentación calificó la muestra que comisaría como «una revista ilustrada». No podían tener mejor padrino la exposición y el centenario. El veterano reportero y escritor montillano, que aporta su palabra sabia y serena para hilar la memoria del concurso -la cronológica, la sociológica y hasta la estadística-, es una de las personas que mejor conoce el tema -en realidad este y cualquier otro asunto que roce las esencias de su tierra-. Tanto que su libro de 2014 ‘Córdoba es patio’, cuya reedición actualizada será otro presente que nos deje la conmemoración, da título a esta propuesta divulgativa de Las Tendillas, quintaesencia del patio cordobés e historia viva de lo nuestro. Feliz aniversario.