Sí, la vida es una pésima escritora de guiones, como dice Humphrey Bogart a Ava Gardner en ‘La condesa descalza’. Por eso hoy, uno de mayo, nos cruzamos de brazos ante nuestro cometido remunerado y celebramos la conquista del movimiento obrero internacional: una jornada laboral más justa que, en muchos casos, continúa sin cumplirse, porque el empresario siempre será empresario y el obrero, obrero; pero que hace de esta fecha un día festivo.

Pero más allá de historicismos, hoy es un día de celebración para mí porque mi gran amigo Joaquín Pérez Azaústre acaba de publicar una delicia de antología poética cinematográfica gracias al cuidado de Jacob Lorenzo y a la Delegación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Lucena. Es una reliquia de tirada limitada, numerada a mano, que ha florecido en esta primavera de nuevo inusual «justo 67 años después de que Hemingway se colgara en el cuello unas piedras que Ava Gardner acababa de expulsar de su riñón en abril de 1954 en una clínica madrileña».

El que se alza como uno de los mejores poetas del panorama nacional contemporáneo no es solo un gran novelista, sino que es un buen novelista porque tiene la mirada de un gran poeta. Joaquín es un apasionado del cine, con su hijo como mejor cómplice de esta afición compartida. Su propia poesía, libro tras libro, destila cine clásico. Sabiamente ha titulado esta antología La vida es una mala escritora de guiones porque, después del ‘The end’, toca levantarse del sofá o de la butaca, regresar al mundo exterior y seguir añorando un momento a lo Casablanca. Pero, ¿y si nos atrincheráramos y nos negáramos a volver a la realidad? ¿Y si quisiéramos no levantarnos nunca? ¿Y si fuera cosa del «idioma o la vida»?

Tan solo importaría la mirada de pasión y amor con la que Joaquín se entrega al cine y a la propia realidad: en carne viva, emoción pura. Todo poesía plena; «la piel más precisa y sensible». Solo eso. Llenarían la sala Marlon Brando, Paul Newman, Marilyn Monroe, Robert Redford, Bobby Kennedy y también Billy Wilder, entre otros. Y, cuando llegase el final del libro, justo «en la última frontera», seguirían allí, y yo con ellos en el sofá, porque siempre querré que el guion de lo que venga lo escriba Joaquín (y no la vida) y que duerma Hollywoodland. Al fin y al cabo, ¿qué sería del mundo sin Ava Gardner o Humphrey Bogart?

* Escritora y periodista