A lo largo de mi vida consciente no ha pasado un solo día sin que tenga un libro entre las manos. En mi casa hay libros por todas partes: en las estanterías (formando hasta filas paralelas), en la mesilla de noche, en los brazos del sofá, en la habitación de la gata, debajo del sofá...Toda mi vida gira alrededor de ellos, si bien el comienzo fue -lo recuerdo perfectamente- el libro de color blanco de la colección El Barco de Vapor ‘El muro de piedra’.

El verano después de 1º de Primaria salimos de la librería Vistalegre y mamá me lo dio. En aquel momento, sentí algo. Supe que la Anna del libro y yo teníamos una misión: cruzar las barreras del castillo en el que estábamos encerradas para descubrir algo especial. Después, ‘Mini es la mejor’ me demostró que no se puede pretender que todo se le dé bien a una y me ayudó a ver mi lugar en el mundo: los libros.

Aunque papá apareció un día en casa con la Enciclopedia Larousse cuando éramos pequeñas y mamá leía de vez en cuando, la que llevó los libros verdaderamente a casa fui yo. Después de devorarme toda la sección juvenil de la biblioteca y hacerme adicta a los libros de Jordi Sierra i Fabra, comencé a leer «cosas de adultos». El primero fue ‘Marina’, de Carlos Ruiz Zafón. Me fascinó. Y continué. Llegó Almudena Grandes, Carmen Martín Gaite y... hasta el día de hoy.

La poesía apareció gracias a mis profesores de lengua, sobre todo a María Dolores Ansio, decisiva en mi formación como persona y escritora. Probablemente sin ella no estaría hoy aquí. De adolescente, imprimía mis poemas en papeles de colores y los colocaba en la puerta de mi habitación. Yo siempre pedía libros, CDs y juegos de mesa a los Reyes. Y, con el tiempo, la poesía llegó a casa, hasta el punto de que papá me confesó que le había gustado mucho el recital de Pablo García Casado. Lo consideré un triunfo.

Por eso, hija de mi generación, me he tomado la libertad de versionar una cancioncilla mítica (’Niños, niños; futuro, futuro’) de la serie Los Simpson como título de este artículo, porque que en realidad conduce a «Libros, libros; futuro, futuro.» Regalad libros siempre. Y, además, en las bibliotecas son gratis. En los libros recae nuestro futuro como especie. Sin ellos nos marchitamos. Cuánto les debo.