Día del Libro. Esta fecha, tan emotiva para los que tenemos pasión por la lectura, suelo todos los años celebrarla con un nuevo libro o releyendo alguno que yace en mi biblioteca. Es lo que estoy haciendo estos días con ‘Humanidad vivida. Memorias’, de Hans Küng que fue amigo y compañero de cátedra en la Universidad de Tubinga de Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, Papa Emérito. Hans Küng ha fallecido a los 93 años y lo empezó a escribir al cumplir 80. En el capítulo final que titula «En el atardecer de la vida», subrayé en 2014 esta reflexión: «Quien se para se oxida, vale tanto para el cuerpo como para el alma (...) Hay que rogar que uno pueda mantener la mente sana en un cuerpo sano». Alude al cuerpo, pero sin olvidar el alma y la mente. Es lo que falta hoy día en tantas personas que ejercitan a diario el cuerpo, no solo haciendo deporte. Los dedos de ambas manos, tecleando sobre el teléfono móvil, están en plena forma. Los veo sobre todo cuando viajo en metro en Madrid; y me pregunto «¿estarán las neuronas del cerebro, también en plena forma, para reflexionar sobre lo que ocurre realmente a nuestro alrededor y no en la lejanía de la tecnología virtual?». Con un buen libro bien escrito, no es necesario ese va y viene de los dedos. «Una fábrica de goce», ha dicho Ignacio Echevarría. Un placer, inexplicable para el que pasa de leer un libro por aquello de apenas tener tiempo ya que se lo roba la tecnología y sobre todo la televisión, el enemigo de la lectura. Tengo en mi biblioteca ‘Historia de una vida’ de Elías Canetti y ya al hojearlo es un gozo, por lo bien editado.