Estamos inmersos en un lodazal de mentiras y medias verdades, del que solo saldremos si los que pueden y quieren, se atreven. Me estoy refiriendo a como se ha deteriorado la calidad democrática en España, a todos los niveles. Da igual que hablemos de la política, la judicatura, los medios de comunicación, las redes sociales, las instituciones públicas o privadas o cualquier otro ámbito de nuestra vida diaria.

Hay datos fidedignos que corroboran que solo a través de internet, se trasmiten datos, noticias u opiniones falsas, malinterpretadas o manipuladas en un porcentaje altísimo. A modo de ejemplo: mientras desde quienes controlan Facebook, Instagram o Tiwter se dedican a penalizar los desnudos --incluso artísticos-- sin embargo, se sigue compartiendo cualquier bulo, mentira u opinión malintencionada.

En el caso de la política, pasa tres cuartos de lo mismo. Da una cierta vergüenza ajena, ver cómo recientemente el diputado Teodoro García relata datos falsos en el Congreso de los Diputados, siendo respondidos y rebatidos uno a uno, por la ministra de Trabajo, Yolanda Diaz, sin que el portavoz de la derecha, una vez que lo ha dejado con sus vergüenzas intelectuales al aire, se sonroje siquiera o pida disculpas. La no renovación de los órganos judiciales, es otro tema que clama al cielo, al señalar el PP como inelegibles, a quien Unidas Podemos proponga, convirtiéndose así, el partido conservador, en el «amo del cortijo» de «sus» jueces, que da patentes de pureza democrática, por no pensar como ellos en asuntos de Estado, mientras se eternizan los jueces conservadores en los órganos de gobierno.

También una buena parte de los Medios de comunicación (no es el caso del Diario CÓRDOBA) han caído en lo mismo que los anteriores. Titulares tendenciosos o sencillamente manipulados, cuando no inciertos, hoy campan a su antojo, por las redacciones de prensa y TV o los estudios de radio del país. Esto sin tener en cuenta, los sospechosos silencios, cuando se trata de «destapar» por ejemplo alguna empresa «fantasma» de la candidata del PP a la presidencia de Madrid o las mansiones de Abascal o Casado.

Caso aparte merecen los grandes comunicadores de las radios o columnistas de la prensa escrita. Escuchar al señor Carlos Herrera, en la cadena de radio de la iglesia catolica, con ese estilo de matón del oeste por su manera de «comunicar» tendenciosa y partidista, le produce arcadas a cualquier persona imparcial, solo superadas desde las ondas del ínclito Jiménez Losantos con sus burdas y zafias maneras o el del periodismo deformado y tendencioso que practica Eduardo Inda.

Ante esta tesitura, cabe preguntarse, en este caso, si los «agredidos» por tales métodos, tienen el derecho a defenderse. Hablo naturalmente del acoso inducido con sus críticas soeces e infundadas, al exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias. Yo, desde mi humilde opinión, creo que sí, que el ex vicepresidente tiene todo el derecho, a quejarse, defenderse y a responder, demostrando, eso sí, las mentiras, acosos y falsedades, a las que día tras día, se ve sometido. De no ser así, se caería en un rancio corporativismo, pues quienes manejan los medios de comunicación, estarían en una posición de privilegio anticonstitucional.

Yo que no pretendo caer en el recurso fácil de criticar gratuitamente, sino aportando datos y hechos, exijo a todos los aquí nombrados, veracidad, rigor, objetividad y seriedad a la hora de abordar cuestiones tan serias como son los de las que atañen directamente a la vida de las personas, que son muy amplías. Todos ellos deberían ser un fiel reflejo el espejo en el que mirarse de a quienes representan y a las que se dirigen y no como a veces reflejan algunos, unas histrionicas malas copias de unos profesionales tan dignos como son los payasos.

* Diplomado en Ciencias del Trabajo