El pasado miércoles, en el Congreso de los Diputados, el presidente del Gobierno comenzó su intervención con una referencia al 14 de abril, a la conmemoración del noventa aniversario de la proclamación de la Segunda República. Algo digno de agradecer por parte de quienes tenemos ese día como una referencia imprescindible de nuestra historia. También estaba claro que a algunos de los presentes en la Cámara no les gustaría, y no tardaron en expresarlo desde la tribuna. Abascal volvió a utilizar descalificaciones contra aquella etapa de nuestra historia, lo cual no pasaría de ser una anécdota si no fuera porque sus palabras se basan en falsedades, porque hay cuestiones que no son opinables, son objetivas, es decir, tenemos establecido un criterio en virtud del cual sabemos qué es verdad o no. Nunca nos escandalizamos porque alguien cometa atentados contra la historia, sin embargo seguro que pondríamos el grito en el cielo si ese mismo diputado dijera que no existe la ley de la gravedad, que es el sol quien gira en torno a la tierra o que no merece la pena vacunar a la población, bien por la pandemia o por cualquier otra enfermedad. De la misma categoría es utilizar la palabra criminal para referirse a la República, puesto que no se sostiene de acuerdo con la evidencia puesta de manifiesto por el conocimiento histórico. Resulta cuando menos llamativo el uso de esa palabra por alguien que no es capaz de recurrir a ella para caracterizar la política represiva desarrollada durante la dictadura franquista.

En cuanto a Pablo Casado, basó el rechazo en que su partido no se adhiere a fechas que provocan división entre los españoles, prefiere cuanto conduzca a la unidad, al consenso o a la concordia. Quizás debería repasar cómo fueron los acontecimientos del 14 de abril de 1931 para conocer que pocos días como ese representan, en la historia del siglo XX, una posición mayoritaria de la ciudadanía, pocos momentos han tenido tal apoyo popular, quizás hay que esperar a algunos episodios de la transición democrática para encontrar unos niveles de respaldo popular similares. Y por otro lado, ¿es cierta esa apelación a evitar la fragmentación entre los ciudadanos? Me hago esta pregunta ante la contradicción que representa esa postura con el apoyo explícito de Casado a la campaña de su candidata en Madrid, que plantea una dicotomía entre socialismo o libertad, luego trasmutado en comunismo o libertad. Y por supuesto, como Ayuso ha dejado explícito en ese video electoral en el cual ¿corre? por diferentes lugares de Madrid, la libertad es ella. Una mujer que de manera constante plantea una división entre los electores, que defiende la existencia de dos bloques antagónicos e irreconciliables, en el cual ella representa la verdad, como demostró al decir: «Si de mí dependiera la vacuna, el 100% de la gente de Madrid ya estaría protegida».

Supongo que respetará la libertad de quienes no crean sus palabras, entre otras cosas porque llegar a ese nivel, en estos momentos, no está al alcance de nadie. Lo grave es que esa afirmación no provoca reacciones en sus posibles votantes. Si es preocupante que en la política española tengamos personajes como ella (no es la única), aún más grave es que encuentran respaldo social, que hay miles de ciudadanos dispuestos a apoyar a quienes carecen del más mínimo respeto hacia nuestra (supuesta) capacidad de razonar. Debemos ser conscientes de que la sociedad española no se basa en el maniqueísmo de dos grupos antagónicos, la realidad es plural, no es cierto que haya dos Españas, ni siquiera así lo pensaba Antonio Machado, en contra de lo que algunos interpretan, y como también nos dijo el poeta, cuando se quejaba de los políticos de 1912 en un artículo en un diario de Soria, el problema solo tiene una solución: la cultura.

* Historiador