Hace ya bastante tiempo en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, desapareció de los cursos de verano el habitual sobre el aceite de oliva. Una pena. Se impartía en el salón más grande ya que la matriculación, dado su interés, era una de las mayores entre los muy diversos cursos. Las ponencias pasaban revista a todo lo que englobaba un virgen extra: desde el cultivo del olivo a la mitología del árbol sagrado de los dioses griegos, sin olvidar lo saludable de su consumo. Fui uno de los ponentes varios veranos -’Aceite de Oliva y Literatura’- y allí conocí al profesor catalán Ramón Estruch. Impartió una lección magistral sobre los resultados del Estudio Predimed (Prevención de enfermedades de la dieta mediterránea) que él coordinaba desde 2003. Lo dijo con claridad y credibilidad: tras diez años de investigación se había confirmado de una manera científica que el aceite de oliva previene al organismo de contraer enfermedades crónicas. De las 7.300 personas estudiadas se demostró que las sometidas al consumo de aceite de oliva bajaron los índices del colesterol malo y subieron las del bueno. Disminuyó, asimismo, la tensión arterial y el azúcar en sangre. Mientras que el otro grupo, consumidor de aceites vegetales y animales, no obtuvo ventaja alguna en sus índices analíticos. En la moción aprobada recientemente en el Senado, apoyada por el PP y el PSOE, se «insta al Gobierno» para que el aceite de oliva virgen sea reconocido con el máximo nivel de calidad nutricional. La comunidad científica lo ha reconocido y lo demuestra entre otros el Estudio Predimed.