¡Ay, este papagayo capitán de cacatúas, de loros y cotorras, amaestrador de hienas y oropéndolas, de cuervos y de mirlos, chimpancé en árboles ajenos, entre lianas y columpios, que sonríe con hoyitos de tití y belfo de gorila! ¡Esta serpiente mordaz, ladina, retorcida, que levanta su cabeza triangulada y vuelve a sonreír mientras sopla y silba con su lengua viperina, para seguir mordiendo e inyectando su colmillo y su veneno de sandeces, mentiras y risitas! ¡Estos caimanes camuflados en el cieno, aparentemente adormecidos al sol que más calienta, que parecen tiernas madres cuando cogen a sus crías en las fauces y las llevan a otro nido! ¡Estos buitres que vuelan en busca de más muerte y esperan que se pudra la carne de otra muerte, y calle y se corrompa entre sus uñas negras y sus corvos picos! ¡Esta tarántula y otra y otra araña, solitaria, sagaz, siempre al acecho, peluda y sibilina, para saltar, amordazar, sacar bajo sus patas su aguijón, y clavarlo, hundirlo, inocular su gota de líquido verdoso, y enredar en su red y succionar la vida y la vida de otra vida! ¡Este camaleón que cambia de piel y de color para lanzar el látigo de su legua larga, gorda, pegajosa, y atrapa, deglute, traga, mientras mueve cada ojo en un sentido para seguir camuflándose y envolviendo su cola en otra rama! ¡Este chacal, este zorro y este lobo con piel de cordero que enseñan al cordero a ponerse piel de lobo y aullar mentiras a la luna! ¡Esta boa que cambia su camisa y saca otra camisa, y aprieta, y estruja hasta crujir los huesos, y digiere hasta que llegue el hambre de otro cuerpo! ¡Y tanto escorpión debajo de otra piedra! ¡Y tanta sanguijuela en otra charca, que espera a que otra alma vaya a calmar su sed y su hambre de justicia! ¡Y tanta garrapata y tanto virus por el aire, por la piel, por la sangre, por el sol, por la esperanza, en otra vida que se calla, que se aguanta en estas venas de un pueblo adormecido por propia voluntad, por propia impotencia y desesperación! ¡Y tantas alimañas! ¡Y tantas sabandijas! ¡Ay, esta selva España de cada día, que está en el cielo y en la tierra, en el sueño, en la comida, en el sudor, en tantos extravíos de tantas almas confiadas! ¡Esta selva de un pueblo atolondrado por tantas picaduras, tantos venenos, tantas fantasías!

* Escritor