Cuando vuelvo la vista atrás, a mis años juveniles de finales de la dictadura franquista, me doy cuenta de que muchos de nosotros no sabíamos lo que éramos, quiero decir desde un punto de vista ideológico, pero sí teníamos algunas certezas, entre ellas que no coincidíamos con aquella España oficial, con la cual algunos se mostraban tan satisfechos. Claro que para ellos éramos, de manera genérica, comunistas, tanto si estábamos en esa órbita como si no, les daba igual, en su pobre esquema intelectual no cabían los matices, entre otras cosas porque era lo que habían bebido durante muchos años. Al fin y al cabo, pensaban desde su ignorancia, si en España se produjo un golpe de Estado en 1936 había sido porque era necesario salvarla de las garras del comunismo. Pasó el tiempo, muchos de aquellos cambiaron de chaqueta, incluso muchos piensan que no recordamos cómo eran, lo que decían y lo que pensaban, sin embargo lo que ocurre es que somos personas educadas, poco dadas a echarle a nadie en cara su pasado, y verdaderos demócratas. Es verdad que en ciertos casos las circunstancias no les habían permitido pensar de otra manera, pero otros sí tuvieron la oportunidad de distanciarse de un régimen dictatorial tan obsceno e injusto como el vivido en España casi durante cuarenta años.

Ahora, cuando llevamos aún más tiempo con un sistema constitucional, subidos en la ola de derechismo que inunda la escena internacional, se quitan la mascarilla. Su discurso no es nuevo, la España de los años 30 ya lo vivió, y además lo sufrieron de una forma trágica todos cuantos fueron víctimas de aquella sinrazón. La exageración acerca de la situación de España tiene sus antecedentes, como cuando se afirma que ofrece «rasgos verdaderamente soviéticos: sus características son la persecución implacable de las opiniones que atacan al gobierno, la negación y el desprecio de los derechos del individuo, agravados por unas vejaciones crueles y, frente a la propiedad privada, la tendencia colectivista y socializante». En efecto, son palabras que con toda facilidad podría suscribir cualquier dirigente de Vox, y también del PP si atendemos a la línea marcada por Díaz Ayuso desde el inicio de su precampaña. Pero esas frases pertenecen a un folleto editado en 1932 en Francia (me he permitido traducirlo) por parte de aquellos que apoyaban a quienes ya en ese momento comenzaban a hilvanar conspiraciones contra la República. Aparece citado en el último libro de Ángel Viñas: El gran error de la República. La derecha española no se ha movido, cuando hay un cambio político, o cuando gobierna la izquierda, saca a pasear el fantasma del comunismo, lo cual no quiere decir que hayan leído a Marx, cuando en la primera frase del Manifiesto Comunista afirmaba: «Un fantasma recorre Europa: es el fantasma del comunismo».

Hace unos meses, tras la moción de censura de Abascal, y a la vista de los elogios dedicados al discurso ¿centrista? de Casado, expresé en estas páginas mi discrepancia con ese análisis, y defendí que las intervenciones parlamentarias no solo hay que escucharlas, sino que también es necesario hacer una lectura detenida de las mismas. Los historiadores estamos acostumbrados a la lectura del Diario de Sesiones, de ahí mis conclusiones de entonces acerca de que Casado no se movía de la derecha. Y vemos cómo ahora su candidata en Madrid se presenta con un discurso copiado al de Vox, aunque en realidad pienso que eso es lo que una parte importante del PP ha pensado siempre, solo que ahora, como he dicho antes, se han quitado la mascarilla, de nuevo el socialismo y el comunismo son los enemigos de la libertad, no importa el papel jugado por socialistas y comunistas desde 1975 hasta hoy, basta con apelar una vez más, como suele hacer la derecha española, a la mentira.

*Historiador