Conocemos el drama que abarcó la vida de Jesús. Su propuesta del Reino fue rechazada. Encontró la dureza de corazón. El judaísmo, en particular el fariseísmo, se encerró en sus creencias, en sus tradiciones, en su dogmática, en su imagen de Dios y condenó a Jesús como blasfemo, Mesías ficticio y falso profeta.

La condenación a muerte fue consecuencia de su vida y de sus obras de misericordia. Estas escandalizaron a los piadosos del templo, Jesús había ido demasiado lejos. Intentaron encuadrarlo dentro de los cánones del tiempo, enseguida lo enemistaron con el pueblo y con las autoridades romanas, lo expulsaron de la sinagoga, excomulgándolo, lo difamaron acusándolo de poseído del demonio, de hereje, comilón y bebedor y amigo de gente de mala clase, y finalmente, decidieron matarlo, torturándolo, sometiéndolo a juicio amañado y crucificándolo en el Calvario. ¿Cómo reacciona Cristo, hombre lleno de ternura y misericordia? San Marcos dice que se entristeció profundamente Su amor para los enemigos se manifiesta como denuncia profética de la dureza de corazón que los imposibilita acoger el Reino, no como de rechazo de las personas, sino de sus mentalidades, y ofrece el perdón. Decide no desistir, ni huir, por lo que esta situación no tiene otro camino para Jesús sino el martirio. Mantiene su fidelidad a Dios y a su proyecto del Reino libremente asumido. Él tuvo que atravesar una profunda crisis: siente la tentación del poder y derrotar a los enemigos, mas el Reino viene con la libertad y el amor, no por la imposición de la violencia. Siente la tentación de la soledad: «muerto de tristeza», pide a los apóstoles: «quédense aquí conmigo y velando». Tuvo que orar solo y enfrentarse, desamparado a la muerte violenta... Finalmente siente la tentación de la desesperanza, en lo alto de la cruz grita al cielo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», sin respuesta, mas dice «¡Hágase tu voluntad!», «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu». La muerte fue el precio de la fidelidad a su verdad..., acepta morir por los demás y por la causa de la justicia. Tras la muerte la resurrección representa la realización de lo que el Reino de Dios significa, una llamada a los creyentes, como dice el Papa Francisco : «Os invito a abordar seriamente el grito de Dios que nos pregunta a todos: ‘¿Dónde está tu hermano? (Gen 4:9). ¿Dónde está tu hermano esclavizado? ¿Dónde está el que estáis matando cada día en la pequeña fábrica clandestina, en la red de prostitución, en los niños que utilizáis para mendigar, en el que tiene que trabajar en secreto porque no ha sido regularizado?’», clamó Francisco, quien advirtió que, en la Iglesia y el mundo de hoy, «existe el riesgo real de absolutizar los derechos de los fuertes, olvidando a los más necesitados».

Y por supuesto no perder la esperanza ante el covid. Esta Semana Santa no tenemos procesiones, pero sí podemos reflexionar sobre la Pasión y Resurrección de Jesús, que no es poco.

* Licenciado en Ciencias Religiosas