Las ciudades con mar ponen en marcha sus dispositivos para adecentar las playas. En este momento hay en su municipio un concejal moreno diciendo que las playas están listas. Semana Santa. Qué hace una playa cuando nadie la ve. Hay olas que parecen diseñadas para nosotros.

También se pondrán en marcha los socorristas. Los socorristas en los poemas van en auxilio del afectado por desamores. En el circo curan al jefe de pista de las dentelladas del león, pero en las playas están ahí para reanimarnos aunque no animarnos. A mí me animaba mucho de pequeño la sandía en la orilla, el ronquido del utilitario de mi padre en el que nos embutíamos para ir por la costa, las largas tardes playeras con los amigos del bachillerato y aquellas moragas de magreos, whisky barato, calimocho y embutido. De madrugada, los más osados se bañaban y a algunos se le clavaban en la planta de los pies las púas de los erizos. Ya no hay erizos ni coquinas pero sí hay socorristas. Un socorrista, ¿pide socorro o pide auxilio? Socorrer a un socorrista es salvar a un pleonasmo. El que no socorre vuela. Es muy socorrido escribir sobre los socorristas porque te salvas de un asunto sin interés. No falta quien está presto a ir siempre en auxilio del vencedor. El velocista socorre los cien metros lisos. Los socorristas tenían antaño su polo blanco, su barriguita y su gorra roja. Eran los serenos de la mar. Luego vino la serie Los vigilantes de la playa y ya se deformó su imagen, o sea, se hizo esbelta. Los socorristas son como los peces: también los hay de agua dulce. O sea, de piscina. Las playas nos esperan como siempre nos ha esperado la mar, templada o salvaje, con ímpetu o dócil. Las playas tienen ya su dispositivo pero nuestro dispositivo son los ríos, que van a dar a la mar. Más bien el dispositivo es la disposición. Se es feliz en la playa, sobre todo en primavera. El sol es más delicado, las olas están menos besadas, los hidropedales aún no chirrían e incluso los bañadores de temporada pasada parecen aptos.

* Periodista