Quizás ya sí estemos colocados en el sitio justo que merecíamos como país, el epicentro de una sucesión de emociones de cesura a la altura de lo que hemos decidido que sea nuestro destino como sociedad. Dice el diccionario que emoción es la «alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática, un interés, generalmente expectante, con que se participa en algo que está ocurriendo». Y en cuanto a cesura, dice que es «corte o pausa que se hace en el verso». En eso andamos, en la conmoción expectante que experimentamos ante un corte o una separación, aunque no tenga nada que ver con la poesía este principio de siglo que tras el primer quinto de su recorrido sigue metido en la ciénaga de la desorientación.

Si como ejemplo de emociones de cesura, o sea, de conmociones expectantes, no bastaran las mociones de censura sucesivas que han salpicado la piel desollada de nuestra orografía, ahora se cierne como rapaz recurrente, insistente en su recidiva, el caso Rociíto. Del caso Rociíto no tengo ni idea, vaya eso por delante, ni de ése ni de otros análogos que pueblan los medios de comunicación como si tuvieran el más mínimo interés más allá del de los propios interesados y la justicia. Pero este caso es pintiparado como ejemplo de la absurda sociedad que hemos creado. Para empezar, ya dura unos interminables veinticinco años, casi lo que llevamos de siglo, y habla de una ruptura enrevesada, enmadejada, interminable, que provoca en las masas una emoción de cesura patética, la conmoción ante el corte -en este caso matrimonial- de una pareja que nunca ha tenido nada que decir ni aportar al destino nacional. No se le puede encontrar justificación de permanencia a una situación privada que se ha alargado durante nueve mil ciento veinticinco días, no es soportable, no es sostenible, vamos que es algo inaguantable. Y cuando hasta una ministra sin más mérito que la razón de su matrimonio (eso dice el diccionario que significa «consorte») entra en un programa basura a opinar, entonces es cuando se aclara todo: estamos en el caos, instalados en la ciénaga social. En la pura mierda.

* Escritor