Podría decirse en defensa de Isabel Celaá que conoce el sabor de la disculpa cuando se va de frente, si fuera verdad. Porque la ministra de Educación se ha disculpado con Juan José Matarí, el padre de la chica con síndrome de down; pero se ha disculpado a medio gas. O su disculpa nos hace potenciar otras sospechas sobre Isabel Celaá. Ha publicado la ministra el siguiente tuit: «Acabo de hablar con el diputado Juan José Matarí al que he pedido disculpas si mis palabras de ayer pudieron ofenderle. Mi respuesta se centró en su pregunta, que me acusaba de legislar contra la Constitución. Jamás fue mi intención faltarle al respeto, ni a él ni a su familia». Si no se ha visto o escuchado antes su intercambio parlamentario, puede parecer una rectificación sin ambages.

Pero atendiendo a las palabras que Matarí, y a la contestación de Celaá, más que lo que dijo, que también, es más preocupante que ella piense lo que dice en el tuit. Es decir: que como ministra de Educación realmente dude sobre si sus palabras «pudieron ofenderle» porque no quiso «faltarle al respeto, ni a él ni a su familia». Matarí pregunta «por qué el Gobierno legisla al margen de la Constitución», al buscar que «desaparezca» un modelo educativo que apoya a 37.000 niños con discapacidad. Matarí respalda su tesis desde lo personal: explica que su hija Andrea, de 25 años, «ha recibido toda su educación» en un centro que «es una herramienta extraordinaria para la integración». Andrea ha estudiado en la Universidad Autónoma, trabaja y «su inclusión es plena porque su formación está adaptada a sus capacidades». Respuesta de Celaá: «Señor Matarí, ¿de dónde viene usted? ¿De qué lejos viene usted? Usted no tiene ningún contacto, ni con el mundo educativo, ni con los padres, ni con los hijos, ni con los profesores. Usted no sabe de qué habla». Y carcajadas a sueldo. Respuesta y aclaración, con soberbia en dos tiempos, son un autorretrato de Isabel Celaá imponiendo su ley de educación.

* Escritor