Muchos no se habían enterado de nada (pero de nada na-da). Y ahí llegó un superviviente político que no va cambiando su silla de diputado por candidatura a elecciones a decir en el único órgano representativo del pueblo lo que éste lleva sintiendo mucho más hondamente que las tibias palabras de Pedro. Salud Mental. Sa-lud men-tal. Fuera prejuicios. Fuera machiruladas: todas las personas sentimos y rozamos el borde de la depresión varias veces en nuestra vida (muchas caemos). No se me ocurre una situación más apocalíptica que ésta que estamos viviendo y... Pedro, sufrimos; llevamos sufriendo mentalmente más de un año ininterrumpidamente.

Las pacientes de Salud Mental sobrevivimos como podemos con los escasísimos recursos que la Salud Pública pone a nuestro alcance y, de nuevo, los grandes porcentajes recaen en nosotras porque –no nos engañemos– los cuidados siguen siendo cosa nuestra. ¿Y cuando no podemos cuidar de nosotras mismas y hemos de pedir ayuda con unos recursos que no tenemos? Seamos sinceras: la clase obrera no ahorra, sobrevive y en el caso de personas con enfermedades crónicas, raras o en situación de dependencia piden créditos e hipotecas para seguir respirando. Se endeudan para seguir viviendo, el culmen del capitalismo.

La Salud Mental es el gran cáncer que nos llevará a todas por delante si no lo hace esto o las pandemias que muchos ya predicen que vendrán. Íñigo, tu intervención se ha ganado todo mi respeto y tus palabras duelen porque son cifras reales: tenemos depresiones y ansiedad, nos estamos suicidando... Y sí, pertenecemos –Íñigo incluido– a esa generación condenada a vivir crisis tras crisis. No sé si Pedro lanzará esa estrategia de Salud Mental que se ha sacado ocurrentemente de la manga ni quién es ese zafio de Carmelo Romero (no merece dedicarle más espacio) que gritó «¡Vete al médico!» desde la bancada Popular (la derecha siempre «dando ejemplo» de solidaridad).

Que esta semana se haya hablado de Salud Mental en el hemiciclo es un hecho histórico que ha tardado demasiados siglos en llegar. Menos mal que tenemos una médica que es ministra de Hacienda (sí, un despropósito más) que lo obligó a pedir perdón. Pero Íñigo ha dado un paso muy importante que quedará y nos aseguraremos de que solo sea el principio de algo. ¿Estigma, vergüenza? Ninguno. Orgullo de valentía.

** Escritora y periodista