Purificación. En eso consiste la catarsis. Un efecto de purificación a través de la piedad y el temor. Y ojalá sea eso, catarsis, el escenario en el que se encuentra el país, una consecuencia purificadora desencadenada por premisas de piedad y temor cuyas causas habría que buscarlas en la indecencia, la inoperancia, el ventajismo, el egoísmo y la prepotencia de la clase dirigente. Desde el patio de butacas los ciudadanos somos espectadores del tinglado de la nueva farsa, pero también podemos interactuar en la representación como en los viejos montajes de los corrales de comedias llenos de humo, ruido, efectos sorprendentes y trampantojos. A nosotros la facultad y el derecho de tirar tomates podridos a escena, aplaudir, o reñir espada en mano con volatines de capa y chambergo como fintas y modos de zafarse de los envites del enemigo. Por suerte estamos curados de los espantos barrocos, y asistir a estos espectáculos no varían un ardite nuestro estado de ánimo. No pasa nada. La estrategia de las mociones de censura y la estrategia del adelanto de elecciones son procedimientos válidos, admisibles, que engrasan el juego político de la democracia. Cada cual está en su derecho de utilizar estos estruendos y aquellos humos como recursos en el follón de la timba democrática, no hay que asustarse. Los perjudicados por una u otra esgrima siempre van a encontrar engañabobos para llevar nuestra agua a sus molinos, intentarán hacernos ver lo inadecuado o lo miserable de la jugada del contrario, no la propia, y viceversa, pero no pasa nada, es el juego. Tampoco es grave que estas maquinaciones, censuras y adelantos electorales tengan lugar en plena crisis sanitaria, al contrario. Precisamente en tiempos de crisis es cuando hay que agarrar por los cuernos al toro de la vida y beberse sus babas. Porque no es sino eso la crisis, el desencadenante de la furia pero también el disparadero de la piedad y el temor que tienen que dar lugar a la purificación de la catarsis. Nadie es culpable en este juego, todos son agentes artísticos del espectáculo y lustradores de los espejos curvos que nos devuelven reflejada nuestra propia miseria.

* Escritor