Ha arrasado en los Goya y se lo merecía (Mejor película, Mejor dirección novel, Guión Original y Dirección de fotografía). Sin embargo, nadie tenía ni idea hasta ahora de quién era Pilar Palomero, la directora y guionista de la película ‘Las niñas’, como suele ocurrir con tantas mujeres en las artes. A su compañera zaragozana Paula Ortiz, sí, pero también le ha costado hacerse un lugar a nivel nacional tras títulos como ‘La novia’ o ‘De tu ventana a la mía’.

Habrá muchos detractores de la película o a los que les dé igual porque -argumentarán- «no pasa nada en ella.» No hay un conflicto que desencadene ninguna trama, pero es que la película no va de eso, como tampoco van de eso títulos como ‘Verano de 1993’ (Carla Simón, 2017) o ‘María y los demás’ (Nely Reguera, 2016), que tuvieron una acogida similar entre el público. Estas directoras y guionistas tampoco existían antes de estas películas, como Pilar, y su propósito era el mismo: retratar lo que sucede alrededor, un momento muy concreto de la sociedad española a partir de una antiheroína, que es lo que parece si se mira desde lejos, para descubrir en primer plano que todo existe por ella.

De la misma manera que vi a mis padres en ‘Verano de 1993’ intentando criar a una hija siendo apenas unos chavales y a mí misma en ‘María y los demás’, entregada al drama familiar y el cuidado de los demás por encima del mío propio cada vez que se necesita, ‘Las niñas’ son las nosotras que nacieron en los 80, como Pilar, Carla, Paula y Nely, como tantas amigas mías. Este denominador común no es fortuito: hay una necesidad de retratar el origen y quizás ficcionar la historia propia, de dejarlo plasmado para que no se pierda esa mirada.

Esto se traslada también a la literatura: las escritoras nacidas entre los 80 y principios de los 90 que comienzan ahora a publicar sus primeras novelas recurren a la autoficción y, con ella, retratan los últimos coletazos de nuestra niñez. ‘Vozdevieja’ de Elisa Victoria o ‘Ramona’ de la cordobesa Rosario Villajos -que acaba de sacar su segunda novela y promete- son un claro ejemplo de ello. Las mujeres de nuestra generación -me considero dentro de la generación de los 80, aunque naciese en 1990, porque me crié siguiendo esquemas más propios de la anterior- sentimos una extraña necesidad de dejar una instantánea de lo que nos sucedió a nosotras y a todas las demás. Quizás porque sabemos que lo que no se plasma y no se nombra se olvida.

** Escritora y periodista