El pasado 9 de marzo, siguiente día del dedicado a la mujer y del que ya se ha hecho prolongación a todos los efectos, se presentaba en el Centro Andaluz de Fotografía, con sede en la capital almeriense, un libro nacido y crecido en su honor, para ensalzar su huella y reivindicar el protagonismo de un centenar de pioneras en el arte de captar la imagen y eternizar el instante. Con ‘Andaluzas tras la cámara. Fotógrafas en Andalucía 1844-1939’, Antonio Jesús González Pérez rescata del más profundo olvido un buen puñado de nombres y rostros de mujeres que sin saberlo ni probablemente quererlo hicieron historia y además la dejaron fijada para la posteridad. De todas ellas deja A.J. González -firma más que conocida y reconocida en Córdoba, su ciudad, como redactor gráfico de este periódico- constancia escrita, muy bien escrita, e ilustrada en muchos casos con hermosos retratos en sepia que redimen su fisonomía de la desmemoria, a la vez que aporta algunos de los trabajos de aquellas audaces andaluzas -o ejercientes en esta tierra- que hoy se contemplan como lo que son, piezas de museo.

En el libro, fruto de un riguroso esfuerzo de investigación que ha durado tres años, el autor narra los inicios sombríos de las primeras fotógrafas, obligadas a firmar su obra, de sorprendente dominio técnico, como «viuda de» o «hija de». Y eso en el mejor de los casos, aplastadas como estaban por las convenciones sociales y la mojigatería decimonónica, que negaba a la mujer ‘decente’ una salida laboral más allá del servicio doméstico o la esclavitud de la fábrica. Pero en medio de esta atmósfera opresora, cuenta A.J., surgen andaluzas adelantadas a su tiempo que, poniéndose el mundo por montera, abrieron paso a otras muchas que llegaron después; fotógrafas que ya pudieron ejercer su profesión con rúbrica propia bien en retratos de estudio o cámara al hombro para ganarse la vida de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo. Algunas triunfaron en el recién nacido campo de la prensa gráfica con un reporterismo de claro sello social, después transformado en pura valentía a la amarga hora de denunciar los horrores de la guerra. Y todas, todas, las del siglo XIX y las del primer tercio del XX, encontraron en la fotografía una puerta que se les abría hacia la libertad y la autoafirmación; y primero con timidez, y más tarde pisando fuerte, se colaron por ella sin dudarlo.

Andaluzas tras la cámara es un libro lleno de datos y de fotos, pero sobre todo de sentimientos. Es una obra redactada con sorprendente soltura literaria y sensibilidad extrema que se lee con el interés de un tratado de historia y la pasión de una buena novela -doy fe de ello, pues he tenido el honor de saborearla en primicia y de pergeñar el prólogo-. Pero el trabajo de A.J. González es mucho más, es el pormenorizado relato de los avances técnicos y artísticos de la cámara desde su invención, y con él de la evolución sociológica de los seres y las circunstancias que enfoca. Y es una nueva prueba -atesora ya un amplio muestrario- de la erudición de este hombre analítico y expeditivo a la vez, callado o locuaz según toca, en una materia que le fascina en todas sus manifestaciones: desde el fotoperiodismo que lo ancla a diario en la actualidad y la prisa a la investigación sosegada del medio. Y por encima de todo el arte y el conocimiento del oficio, desplegados ahora en este alegato feminista que hace justicia a las primeras fotógrafas.