Ya nadie discute que las restricciones a la movilidad tienen un efecto directo en la pandemia y que sirven para bajar las cifras de contagios, ingresos y muertes. En todo caso lo que parece debatirse es cuántos de estos negros números son «aceptables» mientras que obtienen un leve respiro en los sectores económicos más dañados por la pandemia y las medidas restrictivas. Y así, vuelve a plantearse si «aflojar» un poco en Semana Santa (que se celebre como se celebre ya está truncada respecto a años pasados) o mantenerse firme para evitar que lleguemos al verano en plena cuarta ola de la epidemia. Al respecto, creo que se está olvidando una cuestión: para junio estaremos compitiendo de nuevo turísticamente con Italia, Grecia, Turquía, Portugal, Túnez, Croacia, Egipto... Y buena parte del turismo extranjero se irá a los países que menos tasa de contagio tengan, descubrirán nuevos sitios y, previsiblemente, tardarán años si no décadas en volver a España... si es que lo hacen alguna vez. Estamos hablando de millones de visitantes.

¿Que hay gente en España que no ve adecuadas las restricciones pese a las cifras de la pandemia, otros que ni siquiera se creen los números y un tercer grupo que niega hasta que exista el covid-19? Pues mire usted, es muy respetable... pero eso no viene al caso en absoluto. En esto no importa lo más mínimo lo que piense usted, yo, nosotros, los responsables del Gobierno central o el de alguna comunidad autónoma. Aquí lo único relevante es lo que crean los que tienen que venir este verano desde el extranjero, esos ingleses, franceses y alemanes (que son la base del turismo extranjero en Córdoba y el resto de España) y si van a considerar que aquí hay riesgo de contagio. Y estamos hablando de países como Alemania en donde tienen más que asumido que se suspenden las clases presenciales y se cierra toda la hostelería cuando la incidencia a 14 días de contagio supera los 50 por cada 100.000 habitantes. En Córdoba, hasta hace poco, estábamos en más de 900 contagios.

Quizá por eso se están detectando posturas tan dispares entre comunidades autónomas españolas, según su sector de la hostelería dependa más o menos del turismo extranjero o bien de la ‘demanda interna’ de los parroquianos a la hora de animar sus bares y terrazas. Aunque al final la pérdida de parte de ese 12,4% del PIB nacional y 2,72 millones de empleos que supone el turismo sería para todos.

Y es que, verán, he visto gastar las tres últimas décadas solamente en Córdoba millonadas en planes turísticos, programas específicos para atraer a visitantes, patronatos, consorcios, asociaciones, plataformas, más planes, viajes a Fitur para presentar la ciudad, partidas municipales, desarrollos de estrategias y planes a nivel nacional, otro año de presentaciones en Fitur, iniciativas de promoción del turismo rural, cicloturismo, turismo de cementerio, astro turismo, más Fitur...

Y todo este esfuerzo e inversión, como le ocurrió recientemente a países como Túnez, Egipto y Turquía con la ‘Primavera árabe’ y la inestabilidad creada esos años, se va a ir al cuerno si en España llegamos a mayo con unas décimas más de contagio que nuestros competidores turísticos. Claro que siempre podremos ir de nuevo a Ifema, no ya como pacientes de covid-19, sino como participantes en Fitur... y presentar los atractivos de Córdoba a nosotros mismos.