En este 8M el Gobierno andaluz, en la declaración institucional, viene a decir que lo único positivo que puede obtenerse de la pandemia es que se ha podido valorar en su auténtica dimensión la importancia de los cuidados. No es una cita textual, pero más o menos responde a lo dicho, y lo más natural es que casi todo el mundo esté de acuerdo (a lo mejor discrepa esa señora que ayer le pegó un bolsazo a una feminista en la Puerta del Sol, vaya energúmena).

Pues sí. Se valora, pero no se retribuye. El planeta parece pensar que todo reventaría si así se hiciera. Porque ese trabajo está cuantificado: un estudio de la Fundación La Caixa cifra en algo más del 40% del PIB anual español el peso económico de los trabajos no remunerados, y en un 26,2% los llevados a cabo exclusivamente por mujeres. No vamos a rebatir aquí informes económicos, faltaría más, pero a primera vista se diría que ese 26,2% se queda corto. Los cuidados a las personas y al bienestar de los hogares representan un universo casi completamente feminizado que, bajo el paraguas apelativo de «ama de casa» comprenden no solo cocina, limpieza o compras, sino a esas personas que se ocupan de niños, enfermos, recados, mayores... tareas colosales que si se llevaran a la cuenta de resultados del mundo le darían la vuelta como un calcetín. Otro mundo sería, y no estaría mal intentarlo. ¿Cuánto valen la limpieza, la comida, la compra hecha a tiempo, la ropa planchada, la receta del médico, la ayuda en el estudio, llevar y traer a los chiquillos, la mano en la frente, la escucha que es consuelo...? Muchos jóvenes que se han visto fuera de casa confinados durante la pandemia podrían decirlo. ¿Y cuánto vale atender a la madre o abuela dependiente, a los críos pequeños que corretean, al familiar enfermo o discapacitado? Quizá sea cierto que la pandemia ha puesto el acento sobre la importancia de unas tareas que muchas veces llevan a cabo mujeres completamente agotadas, sobre las que recae el bienestar de «su gente» y hasta la dignidad de otras vidas que no serían posibles sin su dedicación. Este horror que estamos pasando lo ha subrayado, pero ¿es que alguien no lo sabía? Posiblemente solo lo ignore quien prefiera mirar hacia otro lado y no ver el coste que pagan otras personas por proporcionarle ese bienestar. Así que esto nos afecta a todos en varios frentes: apoyo a las mujeres cuidadoras para que les sea posible el descanso diario, el ocio y las vacaciones, apoyo a las que no pueden trabajar porque no les sería posible atender a sus familias, apoyo a las que duplican tareas dentro y fuera de casa (o dentro y dentro, con la pandemia), apoyo a la maternidad, que nos estamos quedando viejos, y concienciación familiar y personal, que esta revolución hay que empezarla desde dentro de cada casa. Hay más, claro, pero aquí no cabe.