¿No lo escuchasteis? Anoche, en pleno toque de queda, entre las doce y la una comenzaron a vibrar los tambores, muy difusos al comienzo, apagados, para encenderse después y explotar en, por ejemplo, el minuto final del ‘Terrapin Station’, de los Dead. Y nadie salió al balcón a mirar, ni un visillo tembló en el panel de ventanas, ni un chispazo eléctrico, ni un puñetero móvil apareció grabando la escena para chivatearla después a Telecinco y allegados, donde un David Cantero, guapísimo, como siempre, daría la noticia henchido de indignación, denunciando tamaña «irresponsabilidad». No. Los coros y metales y tambores rugían a toda caña sin descanso, multiplicándose aquel minuto por diez, cuarenta, cien. Tocaba en plena calle, la banda de esqueletos, en un escenario sobre un tráiler púrpura, blindado con rosas carmesí. Entonces me dio por pensar que os habían echado algo en la cena, en serio. Me dije, qué le pasa a esta gente, por qué no se enfadan. ¿Es que nadie va a mear esta noche? Y luego caí en la cuenta: están acojonados. Llevan tantos meses en posición de firmes, esperando la siguiente orden, el nuevo decreto, la próxima restricción, que no se atreven a soltar el embozo de la colcha. «Déjalos» deben de estar diciéndose. «Ni se te ocurra asomarte, no vaya a ser». De manera que al final, acostumbrados al monotemático bucle, os quedasteis dormiditas, abrazados con infantil, tierna sonrisa en la jeta. Y así, a la mañana siguiente, con el sol ya en la cocina, la cosa perduró en el recuerdo, tan solo unos minutos antes del café, como el residuo de un sueño loco, uno más de esta era surrealista y tonta. Algunos, incluso, ibais tarareando el tema, un ratito, en el ascensor, el coche al abandonar el garaje, el autobús... Ni Piqueras, ni Ana Rosa, ni Cantero soltaron prenda. Obedecen órdenes de arriba. Hay que seguir publicitando el miedo a lo desconocido y silenciar todo aquello que suene a himno, que avive entusiasmo de dudoso origen. Cualquier día prohibirán los digestivos espirituosos de Jerez y Moriles, porque infunden valor y, en interacción con lecturas heréticas, propician sueños mágicos.

* Escritor