Se ha hablado en estos días sobre la calidad de nuestra democracia. Y se ha hecho con un marcado interés partidista y con escaso o nulo rigor. No cabe duda que toda institución humana es perfectible por definición y por supuesto nunca puede darse por acabada, pues las sociedades, sus intereses, sus necesidades, sus creencias no son inmutables. Sin embargo, hay elementos de cierta objetivación que permiten al menos medir determinados parámetros para poder comparar la salud institucional y democrática de los países.

Una cosa es una democracia electoral, es decir, un sistema político en el que formalmente se vota a sus representantes y autoridades públicas y otra cosa distinta es una democracia en la que además de esta formalidad, las instituciones tienen repartidos sus equilibrios de poder, se respetan los derechos de los ciudadanos, los mandatos están limitados en el tiempo, la administración está sometida al cumplimiento del Derecho, la libertad de expresión está garantizada, la pluralidad política se puede ejercer con plenitud, etc. Es posible que podamos estar más o menos de acuerdo en el concepto formal de democracia, pero al comparar las vigentes en unos y otros países, saltan a la vista diferencias considerables. No todas las democracias funcionan igual y no en todas sus ciudadanos se sienten igual de libres. Así pues no todo régimen en el que hay elecciones puede ser calificado como una verdadera democracia.

Desde el año 2006 The Economist Intelligence Unit publica su ‘Democracy Index’. Hace pocas semanas vio la luz el del año 2020. En este índice se utilizan cinco categorías, con sesenta indicadores, al objeto de clasificar las democracias. Las categorías son: proceso electoral y pluralismo, participación política, cultura política, libertades civiles y derechos humanos básicos, y calidad de funcionamiento del gobierno. Conforme a éstas, establece cuatro niveles de democracia: democracia plena, en la que los problemas de funcionamiento del sistema son muy escasos y el funcionamiento del equilibrio de poderes y el gobierno es satisfactorio; democracia imperfecta, en la que existen elecciones libres, respeto a las libertades y derechos, pero con niveles limitados de cultura política y participación que conducen a algunos problemas de gobernanza; regímenes híbridos, en los que los resultados electorales son dudosos, el gobierno presiona a los otros poderes de manera considerable, la corrupción es generalizada, hay limitaciones a los medios de comunicación y, en definitiva, el estado de derecho es frágil; y, por último, regímenes autoritarios que son similares a las dictaduras, en los que las elecciones son una pantomima, hay censura, no se respetan los derechos civiles y la división de poderes es inexistente. Otro índice que se publica es el Freedom House que establece tres categorías: estados libres, parcialmente libres y no libres. Por otro lado, el Real Instituto Elcano mantiene un barómetro sobre la imagen de España en el mundo que puede igualmente servir de referente. Finalmente algún otro índice se ocupa del funcionamiento de algún aspecto concreto de los gobiernos; el más conocido es ‘Transparency International’.

Por razones de espacio no puedo utilizar muchos datos. Solo daré algunos significativos del DI de 2020. Se analizan 165 estados independientes. De los cuales únicamente hay 23 democracias plenas en el mundo, lo que supone el 8,4% de la población mundial. De ellas, Noruega ocupa el primer lugar y España el número 22, cerrando esa categoría Corea del Sur en la posición 23. En la siguiente categoría aparece Estados Unidos que es calificado como democracia imperfecta sobre todo por el riesgo de polarización y el declive de su cohesión social. Y por analizar solo nuestro entorno, en Europa occidental se han perdido dos democracias plenas en relación al índice de 2019: Portugal y Francia. Italia ya estaba en esta categoría desde tiempo atrás. En general, en esta región las puntuaciones han caído en la categoría de libertades civiles y en la de funcionamiento del gobierno. Entre los primeros lugares a nivel mundial están las monarquías de Noruega, Suecia, Dinamarca y Holanda. El país sede de las instituciones europeas y lugar de refugio de algún célebre fugado de nuestro país, Bélgica, ocupa dentro de la categoría de las democracias imperfectas el decimotercer lugar, lo que le coloca en el puesto 36 del mundo en el listado total de países. Situándose en la clasificación por delante de los belgas, por ejemplo Israel, Malta, Cabo Verde, Botswana o Chipre.

Estos datos no significan que nuestra democracia sea perfecta, por supuesto tiene que mejorar. Tampoco deben tomarse como valores apodícticos. Siempre hay otros puntos de vista y siempre hay que seguir progresando. Pero hay otros países cercanos que, de momento, tienen más que mejorar y algunos políticos deberían estudiar también un poco más antes de intentar desestabilizar con declaraciones escasamente fundamentadas.

* Catedrático. Universidad de Córdoba