Ya sé que, visto desde arriba, allá donde las cumbres del poder, sólo soy un punto en una cola y otra cola del hambre, del paro y de la indignidad. ¿Dónde se van cada día las palabras de tantas mendaces oratorias? Las busco en las basuras, en el humo de los hornos crematorios, en las podridas papeleras de los váteres. Alguien me hace cada día un punto en el perfil de otra estadística, el porcentaje de otra mano que pide pan, trabajo, libertad, pero firma y firma para otra nueva deuda y otro insomnio y el mismo despertar; la mano de una vida que envejece en su tiempo triturado en un reloj, un metrónomo, una clepsidra, y otra y otra papeleta con nombres que no elijo ni conozco, y que lanzo al fondo de una urna y otra urna, donde sigo siendo nada, el fruto de una sangre que me chupa no sé quién con sus labios de mentiras. Y ni siquiera sé cuándo podré ser dos minutos por vacuna o por resto de vacuna, en otro redondel, cuando el aire alza sus clarines y me claven otra banderilla y otro estoque, y otro arrastre buscando una salida. Y mis zapatos entre millones de zapatos, y mis ojos entre tantos ojos, y mi número de cita y otra cita después de tantos números y antes de más números, en otra cola, otro archivo y otra tecla, y otra muerte en otro humo perdido buscando su ceniza. Pero levanto mi conciencia, mi grito y mi protesta por encima del silencio. Alzo mi libertad, enarbolo la verdad de ser persona, la luz de mi clamor, cueste lo que cueste, en otra cola de la misma hambre y del mismo paro, porque el miedo es la única propiedad que poseen los esclavos, y grito aunque sólo sea ante mí mismo, y me rebelo aunque sólo sea frente a otro pan y a otro trabajo que me pertenecían y que mendigo; levanto mi dignidad, que nunca cambiaré ante el mendrugo que el poder me arroja para humillarme más, aunque quieran encerrar mi ser en esta cárcel invisible, y otra cárcel y otra cárcel, otra cola, y subo la montaña, me afirmo en cada paso, me adentro en el desierto donde viven los proscritos del poder, los que se niegan a perder su dignidad entre tantas soledades, los que se rebelan por no perder la conciencia de sí mismos. Allí jamás lucharé solo, porque estaré conmigo mismo. Se trata siempre de si soy o ya no soy, lo único que importa para mi libre rebeldía.

* Escritor