Ginés Liébana, la última huella viva de Cántico, acaba de cumplir 100 años, y de pronto todo se ha hecho fiesta en torno a un artista sin edad. El centenario de un personaje que todavía anda por este mundo y puede saborear la gloria de los laureles no se celebra todos los días. Así que aquí está nuestro genio alegre, o allí, confinado en el Madrid que eligió para asentarse tras su travesía internacional pero presente en Córdoba por vía telemática según la moda impuesta por la pandemia, aquí está el Liébana de aire travieso y risotada contumaz, tan profundo y tan triste por dentro, dejándose querer por todos.

Él que siempre ha arrastrado la «pena fina» de creerse ignorado por huir de la contemporaneidad como de la peste, quien ha vivido «en la clandestinidad», como dice con sorna, o sea a espaldas de la oficialidad artística que decreta cánones y dosifica aplausos, solo fiel a sí mismo, recibe ahora con sonrisa elegante y un tanto descreída las felicitaciones que le llueven en cascada, sospechando que más que a su arte se deben a su resistencia. Resistir es triunfar, y por fin, a fuerza de años y de obstinación rebelde --la misma que le lleva aún cada mañana a dibujar y a escribir a borbotones-- le ha llegado la hora del triunfo indiscutible, el que reconoce como una de las figuras más señeras de la pintura española del siglo XX y XXI a este Ginés siempre libre, sorprendente y ambiguo; el del clasicismo y lo surreal, lo lírico y lo grotesco, el manierismo de lo bello y los delirios de la razón y sus monstruos. El Liébana liviano de sus ángeles inquietos y el minucioso y misterioso de los retratos; el que porta en sus genes la sensualidad y la mística de sus amigos los poetas de Cántico, donde todo empezó en la gris postguerra cordobesa, pero también el creador que se deshilacha en una escritura de sello tan personal que es un estilo literario en sí misma, trascendente y gamberra, entre el dadaísmo de lenguaje retorcido y el teatro del absurdo. Puro divertimento que él, abrumado por el peso de los grandes poetas del grupo, ha ido soltando en pequeñas píldoras y que ahora se podrá disfrutar en la antología ‘Si me pides romero’, que se presentará el 14 de mayo en Villa del Río como colofón del amplio programa conmemorativo que le dedica el municipio que más lo ha mimado, y eso que no tiene nada que ver con la biografía de este señor nacido en Torredonjimeno y criado en Córdoba desde los cuatro años.

Para el cumple siglo, el Ayuntamiento de Córdoba también ha echado la casa por la ventana, empezando como aperitivo por la visita que hicieron el alcalde y la concejala de Cultura al piso-estudio del artista, con tarta y velas incluidas. En medio de ese universo barroco de cuadros y libros se grabó una conversación con Ginés --más callado que de costumbre entre tanto elogio-- trufada con numerosas felicitaciones de rostros famosos con los que comparte amistad; un experimento virtual interesantísimo que presentó el periodista Jesús Cabrera y recomiendo que vean en el enlace https://youtube.com/c/PlataformaCulturaCordoba. También la Real Academia cordobesa rendirá hoy tributo a uno de sus miembros más destacados con una sesión virtual a las 19.30 coordinada por Miguel C. Clementson, director de la Escuela de Arte Mateo Inurria y uno de los más finos diseccionadores de la obra liabanita. A su cargo ha corrido la edición de un precioso libro, con empaque suficiente para ser «el definitivo», con el que la institución cultural se suma al centenario. Felicidades, maestro, y que cumplas muchos más.