Hace unos años mi hermano Rafael, tras prologar mi obra, ‘Villa del Río, mi pueblo’, la definió como recorrido por la Memoria histórica de nuestra infancia, juventud y, sobre todo, por la memoria histórica de Andalucía. Me sorprendió esta apreciación tan exacta, porque, efectivamente, y sin que hubiera sido ese mi propósito, la lectura de esta obra nos remite a un pasado que, desde los arcaduces del recuerdo, he querido rememorar para que los jóvenes, hijos de la posmodernidad, conozcan y valoren de dónde venimos. Pero si en mi obra vierto, con la mayor fidelidad que he podido, cómo fueron aquellos difíciles años de la vida de un pueblo, es justo extrapolar el recuerdo a la memoria histórica de nuestra vida laboral en esta nuestra tierra Andalucía. Y venimos de una abatida Andalucía donde las cuadras eran habilitadas para escuelas, donde en los pobres hospitales, morían los enfermos en camas compartidas, venimos de una Andalucía dónde pueblos y aldeas, sin luz, sin agua, muchos de ellos, sin medios de comunicación etc. sobrevivían con resignación, por un lado, e ingenua creatividad, tan característica de los andaluces, por otro. Venimos de una Andalucía donde las mujeres, en una gran mayoría, sin haber saboreado el recreo de una escuela, sin poder recordar el nombre de una maestra, de sol a sol, en los estíos y con manos ensangrentadas, en los inviernos, arañaban la tierra de nuestros campos, al tiempo que anónimas e ignoradas, atendían a la familia, a los enfermos a los mayores. Venimos, para no extenderme, de una Andalucía deprimida, en todos sus estamentos: sanidad, educación, cultura, etc. Hoy, podemos decir en honor a la justicia que en Andalucía vivimos un nuevo día, en el que hemos remontado complejos y alcanzado niveles de progreso comparables a otras autonomías consideradas de siempre, superiores. Hoy no hay rincón de nuestra autonomía que no cuente con centros de salud, centros cívicos, centros escolares en los que las nuevas tecnologías son ya una realidad, centros hospitalarios a la cabeza en España de trasplantes y determinados tratamientos, lugares de ocio, etc. Pero no está finiquitado el progreso, no podemos colocarle, pues, la etiqueta de saldado; queda camino, mucho, por andar.

* Maestra y escritora