Hace 50 años el politólogo norteamericano John Rawls publicó su ambiciosa ‘Teoría de la justicia’ (1971), donde especulaba preguntándose qué elegiríamos como forma de ordenación en una sociedad, si antes de entrar en ella y sin saber qué lugar ocuparíamos dentro de la misma. Sin saber qué ventajas o privilegios ocuparíamos. Nos invita a pensar acerca de cómo nos gustaría que esa sociedad se organizara de modo justo.

La reflexión racional nos llevaría a desear que cada persona tuviera derecho a las libertades básicas más amplías compatible con la libertad de todos, un acceso equitativo a las oportunidades para todo el mundo y un mayor beneficio para los más desfavorecidos por la fortuna sin menoscabo del beneficio general.

Esta teoría, que puede calificarse progresista y de izquierdas, representa el llamado "liberalismo igualitario o solidarista" de marcado carácter social.

Esta es una obra del ámbito académico universitario que pasó a ser objeto de debate político en Estados Unidos y después en el resto del mundo.

El suyo es un diseño ideal para que posteriormente se lleve a la práctica en la sociedad real, donde se establezcan unos principios democráticos liberales por los que cada ciudadano tenga los mismos e iguales derechos de hecho e iguales libertades. Para ello hay que asegurar la igualdad de oportunidades desde el inicio de la existencia y una justa distribución de los recursos económicos, especialmente en los sectores más desprotegidos.

En nuestras sociedades democráticas occidentales existen concepciones de lo que es el bien de carácter pluralista. Cualquier decisión política que nos afecte debe ser consultada para lograr el máximo consenso, que es la base para aproximarse a una justicia social básica.

Rawls utilizó el concepto de "velo de la ignorancia" para referirse a aquella situación hipotética donde los actores sociales reunidos en asamblea deben tener en cuenta tres ideas. En primer lugar, qué significa vivir en sociedad; en segundo, conocer los principios elementales de la psicología humana y, en tercero, tener en cuenta las normas y valores sociales compartidos. Y a la vez desconocerían todo lo referente a sus propias características personales, no podrían saber de antemano nada acerca de sí mismos. No sabrían "a priori" su género, si nacerán sanos o enfermos, si serán ricos o pobres, blancos o negros, hombre o mujer. Cada participante, tras una deliberación, optaría según Rawls por una elección racional a favor de unos mínimos para todos, no ser ni demasiado rico ni demasiado pobre, por la igualdad de género, a favor del valor supremo de la salud y contra el racismo.

Lográndose una cierta simetría y una equidad sin ningún tipo de privilegios por razón de sexo, raza o poder social o económico. Esta sería la visión rawlsiana de la justicia basada en la regla de la equidad, donde toda la ciudadanía tendría derecho a unos mínimos distributivos contra las desigualdades sociales, nadie querría ser demasiado rico ni demasiado pobre, sino perteneciente a una amplia clase media trabajadora. Este es el legado de Rawls, que representa el mejor liberalismo social desde Stuart Mill.

Rawls aportó a la teoría política esta perspectiva de la justicia para lograr una sociedad equilibrada, aunque ahora nos parezca que los desequilibrios sociales son enormes en personas y entre países. Estas ideas han sido tildadas de ahistóricas e impracticables por parte de los teóricos libertarios conservadores como Nozick.

Autores como Piketty y, sobre todo, Branco Milanovic, el economista serbio-norteamericano, han recogido el guante. Milanovic con su obra ‘Los que tienen y los que no tienen’ (2015), donde sostiene que las desigualdades pueden y deben reducirse y erradicar la pobreza en el mundo globalizado.

*Escritor