Existe gran diferencia entre Almería y Huelva.

No sólo están bañadas por un mar, una, y por un océano, otra, sino que hoy, día de Andalucía, el sol salió de su escondite a las 7,40 por Almería y dieciocho segundos más tarde por Huelva. Esa misma diferencia se constata cuando se observa la puesta del sol que vuelve a hibernarse.

Escribo estas diferencias para hacer ver que los andaluces somos comunidad imaginada; somos gentes desconocidas que imaginan conocerse.

Pero Andalucía no es una invención reciente que los historiadores desmientan.

He conocido Andalucía a tras de varias decenas de personas en las ocho provincias. Esa comunidad de personas pertenece a otras comunidades, como la de los presidentes de las diputaciones provinciales andaluzas desde 1972 a 1980 y la de los parlamentarios constituyentes andaluces desde 1977 a 1980.

Esas dos comunidades, Ente Regional para Andalucía y Asamblea de Parlamentarios, íntimas, ya desvanecieron a partir de 1980 y fueron sustituidas por la llamada Junta de Andalucía.

Hoy, esta comunidad imaginada está defendida y fomentada por la Junta de Andalucía intensamente durante este mes de febrero a través de Canal Sur, porque es imposible que ocho millones de andaluces nos conozcamos en un territorio de más de ochenta mil kilómetros cuadrados.

Canal Sur y otros medios escritos hacen horas extras para que sigamos imaginando que Andalucía existe y que pertenecemos a ella, que tenemos un pasado común, intereses comunes y un futuro, todos juntos.

Andalucía no es una mentira sino que es imaginación y todavía no es realidad intersubjetiva.

Desde enero de 1976 a febrero de 1980 tuve la oportunidad de recorrer todas las capitales de las ocho provincias andaluzas con el apoyo logístico de la Diputación de Córdoba. Pasé por muchos pueblos y sufrí el mal estado de carreteras y caminos que entrelazaban el territorio desde Almería a Huelva.

Este sentimiento de comunidad imaginada es muy reciente y se plasmó tras el referéndum de iniciativa autonómica en 1980. Conviene recordar que hubo un escollo que salvar: el deseo de Almería, Granada y Jaén, junto a Málaga, de configurar una Andalucía del Oriente separada de la de Occidente. Y es que ese sol sale y muere mucho antes por Almería que por Huelva.

Andalucía solo existe en nuestra imaginación pero tiene un poder inmenso porque esa imaginación se dotó de un poder que se ubicó en Sevilla. Algunos se excitan ante el himno, su poder reivindicativo y Blas Infante como mito fundador por su defensa de nuestra tierra desde 1919 y 1933.

La Junta de Andalucía hace todo lo posible para esconder ese carácter imaginativo y llevarlo a la realidad del Boja y en la televisión. Es fácil mezclar la naturaleza con la sangre de nuestra gente y por ello recordamos al joven Caparrós, quien en Málaga murió el 4 de diciembre de 1977 por Andalucía.

Decimos sentir lealtad para con Andalucía pero nuestra lealtad es mucho mayor con nuestra familia y con la comunidad local que cuida de nuestras necesidades.

Obviamente esta Andalucía política no nació de la nada.

Los historiadores lo ponen sobre la mesa, como Santiago Losada.

Diario Córdoba ha puesto, este día 28 de febrero, las raíces más recientes del sentimiento andaluz como comunidad y el modo personal de sentirlo, como hace Pérez Azaustre, que tiene que ver con mi defensa de Andalucía, comunidad imaginada, alejada de todo, ante discursos que suenan hueros.

Esta Andalucía imaginada es un estado de flujo permanente, punto estratégico vital de la defensa de Europa en este mundo nada imaginario del Internet de las cosas.

Comunidad imaginada a la par que real, que vive en el seno de un orden elástico, que va produciendo cambios estructurales muy radicales y que se deben asumir para prevenir nuestro desplome en el concierto europeo.

Andalucía crece cuando no cae en guerras internas nada provechosas tal como ahora sucede en Cataluña.

La paz siempre es buena y la guerra jamás es un bien positivo.

Para Andalucía la guerra interna es además de mala, evitable. Preferimos el cante y el baile.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba