El «ultranacionalismo cavernario» celebró el 40 aniversario del «Golpe», boicoteando el acto presidido por el Rey. Apelaron, mediante una declaración con olvido de la lengua española, a favor de «republicas libres, soberanas y justas», para romper la unidad de España. Como ha dicho Felipe González, les mueven «unos intereses bastardos». Aquel 23 de febrero de 1981 llegué a Barajas para tomar posesión de mi nuevo cargo, jefe de los Servicios Informativos de Radio Nacional. Seguí por radio el acto de las Cortes. De pronto surgieron gritos y pensé que se trataba de la ETA. Pero enseguida asumí la idea de un «Golpe». Un destacamento militar llegaba a Prado del Rey. Desde el piso primero de la Casa de la Radio observé que un ordenanza ascendía por la escalera seguido de un sargento y un soldado de reemplazo con su arma reglamentaria, como si se tratase de una visita. El sargento muy nervioso me gritó «¡Música militar!». La música que se puso no era de su agrado. Se buscó la del desfile de la Victoria que consideró adecuada. Llamé por teléfono a Bonn, a mi familia y comprobé estupefacto que las comunicaciones entre España y Alemania funcionaban. Ese detalle me hizo pensar que el «Golpe» era algo chapucero. Pronto se retiró el destacamento militar y al poco rato llegó otro, el de los GEOS que por fortuna venían a defendernos. Ya casi a la una de la madrugada asistimos a la alocución del Rey. Respiramos si no tranquilos al menos aliviados. Aquella noche pensé: «¿Cómo me he venido ahora de corresponsal en Bonn? Si es posible me marcharé de nuevo a Alemania, este país está loco». Y me fui.

* Periodista