Para una generación de andaluces, cuando llega la última semana de febrero, se acumulan retazos de juventud, memoria histórica y fechas grabadas en el ideario personal. Entonces, entendimos que libertad de expresión era la defensa de unas ideas desde una tribuna o la fuerza del voto democrático. Cuando nos sobrecogimos con un golpe de Estado, nadie quemó ciudades, solo manifestaciones en la defensa de establecer una sociedad democrática. Se ha trabajado mucho, se han logrado grandes avances sociales, pero siempre una minoría, en un extremo y otro, quiere volar los puentes del entendimiento.

Febrero y sus emociones, como aquel plebiscito autonómico superado con creces, que ganamos y convertimos en el Día de Andalucía. Ahora, lo celebramos entregando distinciones a instituciones comprometidas en la lucha contra el covid-19 o reconociendo trayectorias personales admirables, intensas y al ritmo de esas emociones. Un guardia civil volcado en la acción solidaria, el cabo Pepe Bueno; una maestra, Rafi García, compartiendo pupitre con sus alumnos del Centro de Adultos, alfabetizándose juntos. Y un tipógrafo, con más de cuarenta años escribiendo al revés para que nosotros leyéramos al derecho carteles, pasquines, mítines, cartas, propaganda, democracia... Gracias Antonio Flores por sacarle al comodín filetes, blancos y ramas de textos escritos para la libertad en cajas de limitados tipos y hermosos cuerpos de letras romanas, góticas o inglesas. Un tipógrafo, una maestra, un jubilado voluntario, gran cartel compuesto para días gloriosos en Palma del Río.

Emociones de cumpleaños de quien más te quiere y más te perdona. De versos de Antonio Machado, que otro 22 de febrero, nos fuimos a Colliure para hablar de tú a tú, lo mucho que le admiramos. Qué compromiso poético que el Centro de Congresos se intitule Antonio Machado. Febrero, emociones, pero no nostalgia. El poeta me lo recuerda, se hace camino al andar.

* Historiador y periodista