Al hablar de una Universidad que pueda enfrentarse con responsabilidad a la misión y exigencias derivadas de una satisfactoria colaboración con el Plan Colce no cabe olvidar, según se comentaba en el artículo precedente, a la ausencia en el Alma Mater cordobesa de Facultades como las de Ciencias Políticas o las de la Información, tan solicitadas hodierno por un creciente número de estudiantes con firme compromiso por adentrarse en las claves más recónditas de la evolución de las sociedades contemporáneas y dar cuenta de su dinámica y efectos.

Dadas, sin embargo, la proximidad y estrecha colaboración entre la Universidad de Córdoba y las de Granada y Sevilla, dueñas de la extensa panoplia de las enseñanzas impartidas por los centros docentes de mayor rango y antigüedad -los dos últimos, como es harto sabido, provienen de los orígenes mismos de la modernidad española-, dicha carencia, llegado el caso, no sería desde luego obstáculo mayor. A través de procedimientos ágiles y expeditivos se vencerían las dificultades que, obvio es, surgirían de la matriculación en las Facultades mencionadas del alumnado -tropa y mandos- proveniente del Colce.

Igualmente, en orden a una enseñanza de calidad netamente superior en el ámbito de las Humanidades, dentro de las propias estructuras del Alma Mater cordobesa tendría que aprestarse, en horizonte cercano y bien visible, una Cátedra de Historia Militar, a semejanza, v. gr., de la hispalense ‘General Castaños’, con cursos y seminarios del mayor crédito e impacto en uno y otro ámbito: el castrense y el civil. Algunas iniciativas de dicha índole ya han cuajado en los últimos años en la urbe califal; pero con la implantación del Colce semeja advenida la plausible coyuntura de una realidad roborante y llena de ímpetu. En el artículo anterior recordábamos los nombres y el loable esfuerzo visibilizado por catedráticos cordobeses de nombradía en tan imantador surco. Una personalidad castrense hoy muy relevante, el general Miguel Ángel Ballesteros -figura primordial en el organigrama del CESID- y algunos de sus colaboradores más estrechos ocuparon durante años la tribuna ofrecida por la Universidad cordobesa en sus prestigiosos cursos estivales, que habrán de mutarse, en la tesitura actual, en permanentes.

Una institución cordobesa merecidamente reputada a escala nacional, el Ilustre Colegio de Abogados, deberá asimismo protagonizar, junto con el no menos afamado de Lucena, un capítulo descollante en el panorama ahora descrito con rasgos muy alejados de cualquier utopía o ensoñación, por entero descartables en la excitante e ineludible empresa colectiva que desde la inmediata primavera de 2021 habrá de asumir, plenificantemente, el cuerpo entero de la sociedad cordobesa, sin excepción de estrato alguno, todos remecidos por ese elan que aparece e imprime su carácter genesíaco en las ocasiones verdaderamente «históricas», esto es, las que llevan a su culmen las buenas gentes de la calle, mujeres y hombres sin otro norte que el servicio a su patria.

* Catedrático