Francisco José Bocero de la Rosa nos cuenta sueños como derrotas. Periodista económico bragado en singladuras de comunicación, podría ser también, o por ello mismo, un magnífico psicoanalista de los misterios y tinieblas del ser humano. Bocero nos entrega ahora su segunda novela histórica, El último sueño del rey, y con ella nos devuelve la capacidad de compasión y de comprender el alma ante su propio abismo. Francisco J. Bocero es cordobés y con esta entrega -al igual que la anterior, de la mano del prestigioso sello califal de Almuzara-, se consolida como el potente narrador y analista que ya nos anunció su primer trabajo La derrota. Bailén 1808. Además, como músico y melómano insobornable, no podía dejar de introducir en su nueva novela la invitación a escuchar piezas barrocas mientras nadamos en la profundidad de cada capítulo. Dejo a otros que desgranen con maestría y conocimiento las implicaciones históricas del argumento sobre una época absolutamente ninguneada en los libros y que Bocero nos descubre como apasionante e injustamente soslayada. Pero además de con tal descubrimiento, El último sueño del rey nos hace explorar un trasfondo que no es sino una derrota (otra), la de un ser humano presa de su debilidad cuando en sus manos aún se sostiene el mayor imperio del mundo. Se trata de Fernando VI, desvalido, el rey enamorado a quien la muerte deja sin amor, amor que tampoco recibió en el pasado, y que se ve desbordado por el escenario internacional. Un rey aferrado en soledad (una de sus muchas soledades) a la defensa de la paz en medio de intrigas palaciegas, espías y la terrible dolencia de la locura. Francisco J. Bocero nos lo pinta con rigor, absoluta fidelidad documental y un manejo magistral del diálogo y los pensamientos, cuando precisamente son éstos, más las acotaciones y las entrelíneas, lo que nos hacen detectar al primer vistazo que estamos ante un fiero escritor, no ante un simple redactor de historias entretenidas. Historia novelada, un hombre al desnudo, un escritor que sin artificios nos hace sentir frío, pena, asco, miedo, compasión. Y eso está al alcance de muy pocos.

*Escritor