Hace cuatro años, antes de la llegada de Manu (ahora mi pareja) a mi vida, el carnaval me parecía algo totalmente ajeno a mí. Lo rechazaba ya de entrada. Yo no tenía nada que ver con eso (ni quería). Era un fiesta andaluza que no. Demasiado ‘folclore andalú’ para una madrileña adoptiva a mucha honra.

El primer año que vimos tooooodoooo el Carnaval, desde las preliminares, llegué a plantearme seriamente si iba a poder aguantar eso en mi vida año tras año. Lo pensé mucho. Quedaba con mis amigos para saltarme parte de las sesiones y me desahogaba (ellos estaban alucinados con que eso se viera en mi casa, porque soy una andaluza poco o nada andaluza, más allá del legado de nuestros poetas). Me decía que era un mes y medio al año pero... ¡Qué mes y medio! Y todos los años... Aquello supuso una tortura.

No estaba preparada para entender la importancia que ha tenido históricamente en nuestro país posfranquista. Necesitaba tiempo para estar receptiva y tomar aquello que podía enriquecerme. Y llegó el momento en el que comprendí la importancia de los «100 años de Paco Alba» y lo que suponía Cádiz, el barrio de la Viña, Puerta Tierra... Tanto que ahora lamento -no tanto como Manu, claro- esta ausencia que parece nunca acabar.

Por suerte, Canal Sur Radio se ha inventado ‘El Concurso del Milenio’, con agrupaciones históricas y una maravillosa Mari Pepa Marzo (mi gran descubrimiento), que realiza las mejores descripciones nunca jamás pronunciadas, tanto que eres capaz de visualizar la agrupación y su tipo al instante. Pero en casa somos fieles a Onda Cádiz, que es quien ha ido creciendo a la par que el carnaval. A ambas cadenas, gracias, no sabéis lo feliz que habéis hecho a mi familia estas últimas semanas tras un año ya de abstinencia carnavalera.

Hacía falta que viera ‘El perro andalú’ de Antonio Martínez Ares y ‘Er Chele Vara’ de Juan Carlos Aragón para deslumbrarme con la riqueza poética de las comparsas y la importancia de la crítica social y política que inmortalizan las chirigotas. Veo ahora ‘Las viudas de los Bisabuelos del 55’ y, claro, me quedo loca. Necesitamos el Carnaval y en tiempos como estos más que nunca. Necesitamos belleza y crítica con humor, pero crítica sin pelos en la lengua que nombre lo que resistimos y lo que no se está haciendo bien. No sé si es que ahora me he vuelto carnavalera o es que, simplemente, por fin reconozco el valor de esta fiesta.

* Escritora y periodista