No hemos llegado hasta aquí huyendo, no. En estos días cumplimos 10 años de compromiso con la cultura y la educación porque cada mañana levantamos las persianas con ganas de abrazar y ser abrazados.

Somos La Tribu Educa, una asociación cultural de docentes jubilados pertenecientes a todos los niveles educativos.

No nos arrogamos ningún mérito por nuestra colaboración al incremento de la cultura en Córdoba, pero sí advertimos que nuestro trabajo en este tiempo, 10 años no son una nimiedad, tiene sentido porque nos sabemos capaces de contribuir y participar en nuestra sociedad, porque es mucho y bueno lo que aprendimos, lo que hemos disfrutado, lo que cada cual ha vencido a lo largo de su extensa y ya prolongada vida. Por nuestra obstinación en esa sensación tibia de no decir aún adiós.

Como ‘Pasos de un peregrino errante’, que nos diría Góngora, y sin pretender ser exhaustiva, nuestras propuestas abarcan desde la editorial La Tribu Edita, viajes -cuando se podía-, conferencias bajo el título «Tiene la Palabra...», sesiones de Cuenta Cuentos, participación en actividades diversas a demanda de los claustros, ‘Libros con alas’, Club de lectura, Museo del Patrimonio Escolar, Debates de La Tribu, concursos para socios y/o centros educativos hasta la búsqueda tenaz y diligente del ‘cohousing’ para no vivir en soledad nuestros últimos años.

Creo que hemos acreditado que no vivimos aletargados, que entendemos y sabemos librarnos de los pequeños estorbos personales y cotidianos para no reducir nuestras perspectivas vitales. Que seguimos buscando certidumbres. Que demostramos que la manoseada jubilación-decrepitud-caducidad-decadencia-declive... que esta sociedad propugna, no es tal. Que la parte lúdica de esta fase de la vida nos aporta lucidez. Que las frustraciones escuecen menos. Que el enigma de la vida nos hace que riamos con las estrellas y que nos hechice el observar ese tono azul del cielo que se produce justo antes del amanecer (saben que a nuestra edad dormimos poco).

Pero no nos engañemos. A veces lloramos.

Recuerdo un diálogo de la maravillosa película de Wong Kar-Wai, ‘Deseando amar’:

-En la antigüedad si alguien tenía un secreto que no quería compartir, ¿sabes lo que hacía?

-No tengo ni idea.

-Iba a la montaña, encontraba un árbol, escarbaba un hoyo en él y le susurraba su secreto. Luego lo cubría con lodo. Y dejaba el secreto ahí para siempre.

Eso hacemos cada cual. Y no hay contradicción entre esta fuerza y solidez como grupo que mostramos y el peso a que nos abocan, de manera irremediable e incluso irreparable, los avatares dolorosos de nuestras distintas biografías.

Les invito a que nos conozcan más, no se ama sino lo que se conoce, y a que celebren con nosotros estos dos lustros ya de caminata, de recorrido en un trayecto al que le quedan, esperemos, al menos otros tantos de feliz encuentro con la cultura y la educación. Y qué mejor modo de hacerlo que el que se acerquen a nuestra página web www.latribueduca.es. En ella comprobarán la orgullosa verdad que vuelco en estas líneas. Larga vida a La Tribu Educa.

Desempolvando la memoria, recito con Elena Medel de su poemario Bellum jeans:

«Hoy, por fin, descubro que tengo buena suerte».

Feliz cumpleaños amigas.

Feliz cumpleaños amigos.