Seguí la conferencia, en el marco de las tertulias Fulbright, de Juan Fernando López Aguilar, sobre Unión en Derecho.

La crisis de Polonia y Hungría.

Tuvo lugar, conferencia y tertulia, el pasado martes día 9 mediante un sistema remoto de comunicación virtual. Disfruté con la exposición y más aún con el posterior coloquio. Y me felicité de haber escuchado el elocuente torrente de ideas, expresadas en un español correctísimo.

Pero tras exposición y diálogo y ante la zozobra que le produce al señor Lopez Aguilar, y con razón, estas dos crisis de los Estados miembros citados, llegué a la conclusión siguiente:

La Unión Europea es una serie de colmenas, de elevada complejidad social, que contiene muchas clases de actores que requieren de expertos en Derecho, puesto que algunas de estas colmenas han olvidado, incluso violado, las reglas constitucionales de la gran colmena, denominada Unión Europea.

Digamos que la abeja madre, desde Bruselas, procura ordenar tantos enjambres pero algunos de estos hacen huelga, sedición y rebelión, ante las normas generales, como son los casos flagrantes de Hungría y Polonia. Y es que esta gran colmena, denominada Unión Europea, no es un orden natural sino imaginado, que necesita trasladar a todos esos enjambres, mediante las feromonas pertinentes, los ADN de esta Unión Europea respecto del código de valores que le da singularidad e identidad común.

De la exposición y coloquio colegí que el Parlamento Europeo no hace lo suficiente para recordar a los enjambres nacionales de los Estados Miembros el principio tan apelado por el señor López Aguilar de rule by law. Es decir, la necesidad de recordar leyes, procedimientos, conductas a fin de no hundir lo que en Roma comenzó a gestarse en 1957 y que se concretó mucho más tarde en el Tratado de Lisboa.

Si el Parlamento europeo es el cerebro de esta gran colmena debe reconocer que no ha sabido trasladar los principios y códigos de la Unión al resto de los parlamentos nacionales y no se ha percatado de que no dispone de memoria prodigiosa parlamentaria, que se transfiera con facilidad a cada nueva ola de parlamentarios quinquenales.

De modo que esa memoria, que ha crecido desde aquella Roma, se ha ido agrandando y deteriorando simultáneamente.

Ahora está preocupado el Parlamento por mantener la memoria en Polonia y en Hungría, pero, ante una pregunta formulada por un científico durante el coloquio respecto del procés catalán y la situación de un catalán exiliado y miembro del Parlamento europeo, el conferenciante mostró cómo la memoria de los códigos había desaparecido. Había desaparecido la congruencia entre rule by law y la libertad de un ciudadano europeo a no respetar la justicia de uno de los Estados Miembros del que este parlamentario es súbdito.

Cuando se enfrenta uno a la necesidad de memorizar, manejar todas las leyes y datos, observa tal posibilidad y el cerebro se sobrecarga o dormita.

Hice ver al conferenciante que la Unión Europea es un orden imaginado muy débil y frágil, que necesita para subsistir de muchísimos creyentes y muchos más para que crezca.

Tengo la sensación que el Parlamento Europeo ha hecho poco en la función de divulgar y comunicar los principios de la construcción europea políticamente, de modo que no ha sido asumido por países del este de Europa, como Polonia y Hungría, y tampoco por el viejo socio, de nombre UK, que acaba de dejar sin efecto su membrecía.

Si decrece el número de creyentes en el proyecto la Unión Europea devendrá en mito, que se derrumbará pieza a pieza y de esta gran colmena se irán marchando nuevos enjambres.

Hubiera preferido que los parlamentarios europeos por Hungría y Polonia actuasen como obreras y no como zánganos y, menos aún, como los ingleses que se asemejaron, desde que entraron hace ya casi cincuenta años, a abejarucos.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba