En El 6 se cierra a la seis, a las seis en punto, haciendo gala de la responsabilidad que en este momento se nos pide a los ciudadanos. Yo, que como ya les he contado en más de una ocasión, soy un escritor de tabernas, llevo a sus empleados hasta el límite horario en algunas ocasiones casi suplicando cinco o diez minutos más para terminar el artículo del periódico. José María Taboada, que es el gerente de esta taberna emblemática de nuestra ciudad, su hijo o Salvador siempre me dejan apurar esos últimos minutos a pesar de que les retrase la recogida de mesas y sillas. Siempre atentos, agradables, a pesar de las duras, durísimas circunstancias que están atravesando. Hemos demonizado ciertos sectores de nuestra economía dando por supuesto que son enjambres de virus. Todavía no tengo claros los criterios por los que se ha establecido que esto sea así. Puedo entender, lo siento de verdad, lo de los llamados locales de ocio nocturno. Pero no sé qué tipo de enjambre podría ser una simple cafetería, un bar de nuestro barrio o un restaurante. No sé con qué criterios se ha establecido que a partir de las seis de la tarde se conviertan en un foco de infección y antes de esa hora no. De verdad que no lo tengo claro. Por eso desde hace algún tiempo detecto incertidumbre y desconcierto en el rostro de José María. Se cumplen ahora dos años desde que por azares del destino se hizo cargo de una de nuestras tabernas con más solera, después de dejar un puesto estable en una importante multinacional. Él sigue ilusionado con emprender, sigue cargado de esperanza y motivación por lograr su objetivo, que no es otro que situar a la taberna El 6 en el lugar que le pertenece. Además puedo asegurar que se trata de un auténtico emprendedor y todavía cuando mantenemos nuestras conversaciones, y a pesar, como digo, de tener una mirada agridulce, se nota en él ese espíritu de aquellos cuya meta no es otra que contribuir a que nuestra ciudad crezca. No podemos olvidar, de ninguna de las maneras, que el sector de la hostelería en nuestra capital es, sin lugar a dudas, uno de los que más contribuyen a que se siga generando riqueza, consumo, ¡empleo! Ellos nos ofrecen a cambio, y esto constituye desde hace ya años una de nuestras señas de identidad internacional, una cocina extraordinaria con productos de alta calidad de nuestra propia tierra andaluza. Y si no, cómo podríamos explicar que cocineros de nuestra tierra como Kisko García, Paco Morales, Celia Jiménez, Periko Ortega, Pepe Sanchís, nuestros mediáticos Chary Serrano y Manolo Bordallo, Javier Medina, y tantos otros que siento no poder nombrar pero que se den por nombrados, y hasta muy jóvenes como José María del Pino, sean tan altamente valorados tanto a nivel nacional como fuera de nuestras fronteras.

José María me confirma lo que ya suponía. No están recibiendo ayudas de ningún tipo. Imagino que al resto de nuestra hostelería le ocurre exactamente lo mismo. Y no es que ellos prioritariamente las exijan o las soliciten. Lo único que ellos desean es que se les deje trabajar. Cumplen todas las normativas a rajatabla, siguen pagando todos sus impuestos, porque tampoco se les ha compensado con ningún tipo de rebaja sobre los mismos, pagan religiosamente el alquiler de sus locales, pagan incluso el importe íntegro de los seguros sociales de aquellos trabajadores a los que, muy a su pesar, han tenido que incluir en un ERTE. Por supuesto que felicito a nuestro Ayuntamiento, y a nuestro alcalde Bellido, por haber conseguido traer a nuestra ciudad la base logística del Ejército de Tierra, pero que no se olvide de los nuestros, de los que también llevan la bandera de nuestra ciudad por todo el mundo: nuestros hosteleros.

* Profesor de Filosofía