Se nota la proximidad del día de San Valentín por el despliegue publicitario de una fecha nacida por y para el consumo «Las fotos y palabras de amor, deseo o reproche on line en la era del coronavirus vienen a ser como los discos dedicados de la radio antigua»

En la Ribera, junto a la Cruz del Rastro, luce desde hace meses un gran cartel en el que, por la fuerza de la costumbre -uno se acaba acostumbrando a todo- pocos reparan. Es la fotografía en blanco y negro de una pareja besándose y llama la atención, o la llamaba, no por la calidad de la imagen, aun siendo alta y con ese toque expresionista de las viejas instantáneas recogidas en antologías del género, sino porque los amantes no rozan sus labios sino sus mascarillas. Una perfecta metáfora del amor en tiempos del covid que, curiosamente, envuelve parte del edificio coronado por un conocido local de copas que, antes de la llegada del toque de queda a las diez, tantas relaciones ha visto formarse o desaparecer al calor de la noche. Pues así, amordazado y con hora límite de vuelta a casa -de donde las autoridades aconsejan no salir si no es para lo imprescindible, cualidad de dudosa aplicación al amor-, transcurrirá este domingo el día de San Valentín, en honor del patrón de los enamorados y una de las últimas fiestas que en el nefasto 2020 se pudieron disfrutar con normalidad antes de que todo se viniera abajo.

Se nota la proximidad del 14 de febrero por el despliegue publicitario de una fecha nacida por y para el consumo, pues por algo en España -aunque es de ámbito mundial- se la sacó de la manga Galerías Preciados en plena magia desarrollista de los años sesenta. Pero esta vez nada será igual. De puertas adentro cada uno se besará como pueda, si puede; pero adiós a los viajes, confinados perimetralmente como tenemos cuerpos y hasta mentes. Y por supuesto habrá que despedirse también de las cenas románticas en un bonito restaurante, salvo que los tortolitos cenen a la hora de las gallinas o, como algunos hicieron en Navidad con los encuentros familiares, se adelanten las citas gastronómicas fuera del hogar al mediodía, cosa que agradecerán los hosteleros, uno de los sectores que más llevan las de perder con las restricciones. En cualquier caso, no es cuestión de pasar por alto la celebración de los afectos cuando tan pocas cosas hay para celebrar -bueno, en Córdoba sí, que aún levitamos con el anuncio de la base logística del ejército por más que ladren los malos perdedores-. Así que se imponen nuevas formas de decir al otro «te quiero» a fecha fija, aparte de lo de siempre: flores, bombones y joyas que ahora se adquieren sobre todo por internet. Y junto a estos, otros productos que invaden el comercio electrónico -echen un vistazo a la nube si quieren bajar a tierra- tales como calcetines personalizados con la cara del amado o la amada, que ya es mal gusto; gominolas con aspecto de sushi, la delicatessen de moda, o un amplio surtido de juguetes sexuales.

Aparte del intercambio de regalos, ya sea virtual o presencial, en la tercera ola de la pandemia muchas felicitaciones llegarán por vía digital con frases e imágenes colgadas en las redes sociales (¡uf, qué miedo!). Las fotos y palabras de amor, deseo o reproche on line en la era del coronavirus vienen a ser como los discos dedicados de la radio antigua pero con mensajes más explícitos y exhibicionistas, pues la falta de pudor parece tendencia generalizada. Y para los que a pesar de todo prefieran declararse pasión eterna en la calle, sin salidas nocturnas ni viajes, quedan los paseos, de momento sin traspasar fronteras locales. Como las cuatro rutas que este periódico proponía hace poco o cualquier otra que dos que se quieren puedan recorrer cogidos de la mano. O a solas, que a veces es como mejor se está..