De pronto recuerdo un puñado de libros, películas, o ambos, de intención antibelicista. Por ejemplo, ‘Senderos de gloria’ (Kubrick), ‘Johnny cogió su fusil’ (Trumbo), ‘La roja insignia del valor’ (Crane), ‘Sin novedad en el frente’ (Remarque), ‘Nos vemos allá arriba’ (Lemaitre), ‘Viaje al final de la noche’ (Céline) e, incluso, ‘Hair’ (Forman) o ‘El maestro del agua’ (Crowe). Títulos que no sólo abundan en el horror de las guerras sino que extienden sus propuestas hacia recónditos asuntos complementarios del alma humana como el miedo, el absurdo, el valor, la autoexclusión, la desesperación. A mi entender, obras como las anteriores y otras muchas debieran ser de obligada lectura o visionado en los IES, y a ellas y a su trascendencia viene a sumarse sin ninguna duda ‘Línea de fuego’, la última de Arturo Pérez-Reverte. Añade este escritor a su dilatada y más que interesante producción un título que nos va a mostrar la última guerra civil española como quizás nadie antes. Pérez-Reverte despliega un muestrario apabullante de virtudes y miserias humanas y nos sumerge con sobrados argumentos en el horror de una carnicería que si tuvo algunos héroes lo fueron unas veces a su pesar y otras gracias a la voluntad y a la profesionalidad; y que si tuvo, que los tuvo indudablemente, una enorme cantidad de villanos, fueron quienes siempre antepusieron cualquier cosa, como la cerrazón, la ideología, los propios intereses, el sectarismo o el hispano «sostenella y no enmendalla», a la vida ajena y a la sensatez. ‘Línea de fuego’, como el resto de sus novelas, posee además un inapreciable componente didáctico en el que se imbrican magistralmente la observación de la naturaleza, la geografía, la táctica militar, la documentación de la más completa parafernalia bélica, y, en cuanto a aspectos humanos, la maldad, la compasión, el cortejo más que el amor, el pánico, la valentía, la indiferencia, la generosidad, la vileza. Pero nadie vaya a buscar aquí partidismos y moralejas (a no ser un antibelicismo como adivinado resumen), sino todo el horror que desmiente que «la guerra è bella» y que es mucho peor que «scommoda» (incómoda) como escribieron Monelli y Novello.

@ADiazVillasenor

Escritor