Ante la utilización de la vacuna del covid-19 fuera de todo protocolo, legitimidad, ética, moralidad y derecho, no es posible callar. No es posible. Una tempestad de indignación debe correr por las venas de todo hombre de bien. Porque aún hay hombres de bien, humildes, sencillos, rectos, y este atropello no tiene justificación posible. No es la condición humana. Es que en nuestra sociedad hay bestias con forma humana. Bestias que sacan sus instintos de supervivencia no controlados por el sentimiento y la cultura, y arrebatan derechos, burlan éticas, corrompen morales, violan leyes, con un desprecio total por la vida de los otros. Porque es la vida o la dignidad lo que está en juego. La sociedad justa, solidaria, o la corrupción más miserable. ¿Por dónde empiezo? Las entregas de vacunas se ven entorpecidas por la rapacidad sin escrúpulos de las empresas productoras farmacéuticas en busca de un mayor beneficio y cunde el pánico. ¡Primero yo! En otros momentos es el pan. ¡Primero yo! Otra vez es el lujo. ¡Primero yo! ¿Quién ese yo? Es un ellos. No uno ni dos. Son los mismos de siempre. Los que siempre quieren más, aún a costa de la vida de otros. Los conocéis. Son los que pueden tanto irse a un hotel de lujo a un país donde incluyen en el precio la vacuna salvadora como aprovechar su posición de privilegio para inoculársela. A veces, si no siempre, una posición social y económica otorgada por el mismo pueblo que ahora sufre la desigualdad y la afrenta. Esa ingratitud es una infamia. El darwinismo más cruel, más descarnado, se entroniza en estos momentos. Las diferencias de clase y estatus muestran su verdadero y cruel rostro. ¿Y dónde está el Gobierno, dónde la Ley, dónde el castigo? ¿Y dónde están los otros, los que sufren este robo, esta vileza? Si el rechazo más rotundo no nos levanta de nuestros asientos, si no alzamos la cabeza atemorizada, si no nos asomamos a nuestras ventanas y protestamos, ¿quién nos podrá amparar, a quién podremos quejarnos? ¡Al ladrón! ¡Al ladrón!, es el grito.

* Comentarista político