Por si el presidente electo Joe Biden no lo tuviera ya difícil en su anunciado propósito de unificar a un país dividido por las mentiras republicanas y frenar una pandemia desbocada, los republicanos de Donald Trump no hacen más que ponerle palos en las ruedas.

El último episodio son las declaraciones del secretario de Estado de Trump y ex director de la CIA, Mike Pompeo, en el Club Nacional de Prensa de Washington, en el sentido de que el Irán de los ayatolas se había convertido nada menos que en “el nuevo Afganistán”.

Según Pompeo, la única diferencia era que mientras que en Afganistán, Al Qaeda había operado siempre desde su escondite en las montañas, en Irán lo estaba hacía bajo el escudo protector del Gobierno iraní. Acusación para la que no aportó ninguna prueba ni admitió preguntas.

Eso sí, Pompeo reveló que un dirigente de aquella organización terrorista, supuesto cerebro de sendos atentados contra dos embajadas norteamericanas en África, había sido asesinado en Teherán, donde vivía al parecer con identidad falsa.

Se trata en cualquier caso de un nuevo intento del Gobierno de Trump de dificultar el retorno de los demócratas al acuerdo en materia nuclear con Irán que firmó en su día el expresidente Barack Obama y del que se descolgó unilateralmente su sucesor republicano para disgusto del resto de los signatarios.

Y esto por parte de un presidente al que los demócratas acusan de haber alentado un golpe de Estado en su propio país al jalear a sus fanáticos partidarios para que tomaran por la fuerza el Capitolio y dieran un vuelco a las últimas presidenciales que Trump sigue insistiendo en que les fueron robadas a sus electores.

Otro palo en las ruedas del próximo Gobierno demócrata es la nueva inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el “terrorismo internacional” por su apoyo al régimen venezolano de Nicolás Maduro y su negativa a extraditar a EEUU al acusado de matar a un policía norteamericano, y a Colombia, a miembros del Ejército de Liberación Nacional colombiano. Denuncias cuando menos hipócritas viniendo como vienen de un país que se niega sistemáticamente a extraditar a delincuentes reclamados por la justicia de otros países aunque se trate de aliados.

Biden ha indicado en cualquier caso su deseo de volver a la política iniciada bajo la presidencia de Barack Obama consistente en facilitar tanto los viajes como las relaciones económicas entre EEUU y Cuba, a la que Trump incluye en la que califica de “troika de la tiranía” (junto a Nicaragua y Venezuela).

Por cierto, ¿qué hará el nuevo presidente con los alrededor de cuarenta detenidos indefinidamente y sin juicio que quedan en la prisión militar de Guantánamo en suelo cubano, que Obama y su entonces vicepresidente, Biden, se comprometieron a cerrar sin que ocurriera finalmente nada?

Pero no sólo Trump y su fiel escudero Pompeo se han propuesto obstruir en el último momento la difícil labor a la que se enfrenta Biden, sino que tampoco está dispuesto a ponérselo fácil uno de los más firmes aliados del todavía presidente en Oriente Medio: el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Este último, acusado en su país de corrupción y que se enfrenta a nuevas elecciones, anunció en una de esas redes sociales que se han convertido en el boletín oficial de algunos gobernantes populistas, la próxima construcción de hasta 800 viviendas en Cisjordania.

Biden ha expresado en más de una ocasión su disgusto por las continuas acciones ilegales del Estado judío, pero bajo Netanyahu, Israel ha seguido ocupando tierras árabes en violación del derecho internacional aunque con total apoyo de un presidente racista como Trump, a quien tampoco parece importarle lo más mínimo la suerte del cada vez más olvidado pueblo palestino.

* Periodista