Entre los regalos que me han traído los Reyes Magos, buenos y bonitos, me ha hecho mucha ilusión una agenda de papel. Soy consciente de que las tabletas electrónicas, el móvil y el portátil cuentan con dispositivos de agenda, calendario, actividades, recordatorios puntuales y mecánicos que te avisan, una y otra vez, las tareas que debes realizar. Lo sé; pero a mí me gusta mi agenda de papel, con sus hojas, sus meses y días, y mis anotaciones emocionales, mi organización personal y mental, mis apuntes, pensamientos y obligaciones, que son, sencillamente, la vida misma con su estrategia.

Una agenda que me recuerde los compromisos adquiridos, a los que siempre añado un comentario anímico y social de ese momento. Así no se me olvida lo que dijimos unos y otros. Donde dije Diego, digo lo contrario. Pues no, mi agenda emocional me palpita y recuerda conversaciones, lugares, personas, hasta como estábamos sentados pues pintorreo un esquema de la jerarquía asistente.

Mi agenda me recuerda la humildad en los objetivos, la seriedad en el compromiso, la puntualidad en los encuentros y procurar ajustarme a lo hablado y escrito. Recuerdo una persona que en una reunión se procuraba todos los objetivos: a ese le llamo yo, eso lo escribo yo, aquello lo logro yo... pero nada apuntaba. Pasado el tiempo mis temores se cumplían, nada hará pues solo pretende monopolizar la reunión.

La agenda me sitúa en un plano de humildad, unos hablan, y yo escribo. Eso nos permite ser serios y cumplir objetivos viables, donde la sociedad, ese permanente altavoz, te escribe palabras de paciencia, discreción y trabajo. El ruido interno y externo no es positivo para ser eficaces. Debemos escuchar, que no es el mismo que oír llover.

Hace ya tiempo, que abandoné facebook. No soportaba un día más la indigesta expositiva de opiniones sobre todo, propaganda que no información, autobombo que no verdad, campañas personales que no mensajes personales, por no hablar de otras ridiculeces que seriamente afectan a la seriedad y respetabilidad de personas con dimensión pública. No me sorprende que Iñaki Gabilondo, empachado, no quiera opinar ni un día más. Por cierto, le he regalado una agenda de papel a mi hijo. Toma nota.