Me cuesta imaginarlo. ¿Cómo debe verse el mundo desde la atalaya de los antivacunas? ¿Cómo se percibe la realidad tras el filtro de la conspiración continua? La ciencia despreciada. El conocimiento humillado. Los datos no sirven. Las investigaciones son solo conjuros. Los estudios, los laboratorios, las carreras profesionales, tantos años de observación y aprendizaje, las ingentes cantidades de presupuestos aportados... Nada. No sirve. Borremos los avances de la humanidad. Todo bajo sospecha. Gargamel es la mano negra. Y la tierra es plana.

Nueve meses desde que se dictó el estado de alarma y la ciencia ya ha parido una vacuna. Una proeza extraordinaria. Un logro del que todos podemos alegrarnos. Y no, no es cosa de brujos. Ni de la lejía. ¿De veras creen tener razón quienes durante estos meses han llenado las redes de rumores y dudas? ¿Hay un ápice de honestidad en los que aprovechan el dolor de la pérdida para sembrar aún más inquietud? Ahora contemplamos las imágenes de Araceli, Josefa y tantos otros extendiendo su brazo al progreso y sabemos dónde está la verdad. Ellos sí saben lo que es un mundo falto de vacunas. Ellos sí saben.

* Escritora