La Navidad, en su entraña más viva, es una Gran Noticia: «El Nacimiento del niño Jesús». Fue anunciada por los ángeles a los pastores en la primera Nochebuena de la historia: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor». Alguien ha lanzado la pregunta: «¿Dónde nace Jesús en esta hora con la que está cayendo?». Este año, la respuesta cobra mucho más sentido: Jesús nace en el mundo y para el mundo y con su llegada sostiene a cada persona en su realidad concreta. Jesús no nace en las alturas, sino que asumiendo nuestra condición pisa la tierra que cada uno pisamos. Es tiempo de dejarle su espacio para que Él nos habite. El Niño Dios sigue acampando en las calles y hogares de las ciudades y de los pueblos, invitando a que cada persona «se la juegue generosamente», a vencer el miedo con la valentía del amor y a superar la pasividad que nos bloquea convirtiéndola en compromiso. Cuando parece que la fragilidad tiene la última palabra, aparece la Palabra verdadera, la que sale del hondón del corazón, de las entrañas que Dios habita en cada uno para regalar gratuitamente la esperanza. El papa Francisco, en la misa de la pasada Nochebuena, nos regalo tres hermosos mensajes. El primero, que el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba, subrayando que la palabra «para» se repite varias veces en los textos bíblicos. «Pero, ¿qué significa este «para nosotros»?, se preguntó el pontífice. Y se respondió: «Significa que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso!». El segundo mensaje del Papa fue un mensaje de esperanza: «Dios te dice: «Ten valor, yo estoy contigo. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios». El Papa subrayó también que este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: «Más allá de nuestras cualidades y defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados». Y el tercer mensaje para esta Navidad de la pandemia, Francisco lo centró en el prójimo más necesitado: «El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura. Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás». Tres mensajes ardientes para una difícil Navidad. El Papa, en su felicitación navideña a la curia, el pasado 21 de diciembre, nos había dicho que «de cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación, un paso adelante; en cambio, el conflicto siempre busca culpables a quienes estigmatizar y despreciar. La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores». A nosotros nos queda la tarea: No solo celebrar la Navidad, sino vivirla en sus valores luminosos para transformar el mundo, con un profundo sentido fraternal de la historia.