En verano teníamos más presente lo de vivir al día según la evolución de la pandemia, pero la inercia de la vida nos arrastra a los hábitos adquiridos. Y aquí estamos, a unos días de una Navidad que parece se ha convertido en piedra angular de nuestra existencia, reprochándonos unos a otros que por qué unos territorios tienen unas limitaciones distintas, por qué mi negocio no y otros sí y despotricando con la falta de previsión sobre las posibilidades de desplazamiento en estos días entrañables.

Si fuéramos a máximos y cerráramos todo o en el otro extremo, como la Comunidad de Madrid, tuviéramos claro que la prioridad es la economía y que ya cerrarán otros, no tendríamos estas diatribas. Tendríamos otras, no lo duden, porque cualquiera de las opciones tiene innumerables efectivos negativos, eligiendo el menor mal posible se deja descontentos a todos, sin satisfacer a nadie.

A pesar de la vacuna o del mayor conocimiento de la enfermedad seguimos regidos por la incertidumbre, y bajo ese principio gestionan la pandemia no solo las autoridades políticas sino también la ciencia. El principio de incertidumbre afecta, aquí sí, en pie de igualdad al exjefe del Estado, que después de innumerables diatribas sobre su vuelta a España, parece que el virus le retiene en Abu Dhabi y esta vez sus deseos no son órdenes.

El presidente del Gobierno que el miércoles derrochaba soltura en una comparecencia en el Pleno del Congreso, aliviado con la aprobación de los presupuestos, está en cuarentena hasta la significada fecha del 24 de diciembre. Una comida con un allegado, Macron, le devuelve a la vulnerabilidad cuando veía su carrera proyectada. A Rajoy , una moción de censura le atragantó sus Presupuestos Generales tras una semana solo de su aprobación, sin pandemia por delante.

Aprenderemos a convivir con la inseguridad de estos tiempos, más allá de la pericia o impericia de los gestores públicos. Controlaremos los estados de animo que pasan del optimismo al pesimismo con mayor rapidez que las variaciones de la curva. Seguiremos funcionando mediante ensayo y error porque no hay consensos absolutos de un día para otro, tampoco en la ciencia que también está hecha por humanos. No solo presenciamos a diario las discrepancias sobre políticas de salud pública o economía, sino que somos espectadores directos del debate científico que se produce siempre y del que hasta ahora solo nos llegaban los resultados. Modifiquen sus agendas o rehagan sus planes, todo con tal de que el virus que espera no nos alcance.