Las elecciones americanas me encantan. De siempre. Ya sean las de Trump, Obama o Bush. Una de mis series favoritas de la vida es ‘El ala oeste de la Casa Blanca’ (The West Wing). Si no la han visto, trata de un magnífico retrato sobre la vida y el trabajo en la Casa Blanca, siempre teniendo en cuenta que es ficción. Entendiendo que nunca habrá un presidente tan inteligente y tan buen católico como Bartlet ni un equipo tan perfecto e intachable como el de la serie.

Tampoco habrá una primera dama como la Sra. Abbey Bartlet (actriz que interpretaba a la recordada Rizzo en ‘Grease’). Dicho esto, si hay algo que me fastidia de la Casa Blanca real es el papel de la primera dama. Siempre en segundo lugar, siempre observada y siempre infravalorada. Ni siquiera a Hillary la dejaron pasar de primera dama a presidenta. Ahora tenemos una vicepresidenta por primera vez en la historia y su marido ya es considerado el primer segundo caballero. El primero es el presidente, claro. ¿Entonces Kamala es la segunda dama? Porque la primera es la mujer del presidente Biden, ¿no?

¡Me parece todo tan estúpido! No podemos definir a las personas por el trabajo que tienen sus parejas. ¿Por qué tengo que darle un título a una señora solo por el hecho de estar casada con alguien importante? ¿Por qué tengo que analizarla, criticarla y juzgarla por estar casada con el presidente? No sé. El marido de la vicepresidenta, Douglas Emhoff, se define en su Twitter como padre, y como marido de Kamala Harris. Parece que le gusta el sitio en que le ha colocado su mujer y también dice que no dudaría en abandonar su carrera si fuera necesario. Supongo que esto lo piensas y lo dices cuando tu patrimonio es de más de seis millones de dólares.

Ya lo ven. Las primeras damas son lerdas como Melania o cornudas como Hillary. En cambio, del segundo caballero se dice que está forrado y que es encantador. ¿Solo os haré una pregunta, queridas lectoras: ¿recordáis el nombre de alguna mujer de algún vicepresidente de EEUU? ¿Alguna segunda dama? Pues eso. Si hay algo más ridículo que una primera dama es un segundo caballero. Parece que a las mujeres no nos dejan brillar solas.

* Periodista