¿Quién no se ha parado a pensar en algún momento en como actuarían las gentes del pasado ante una epidemia como la actual? ¿Qué medidas podrían llevar a cabo ante una falta total de medios? Lo primero que el lector ha de tener en cuenta, es que en la ciudad de Córdoba no es la primera vez que se vive un acontecimiento donde el miedo y la enfermedad se han apoderado de nosotros. Más de quinientos años atrás, en torno a 1488, una epidemia de peste bubónica también atacó a los cordobeses del momento, provocando la crispación y la muerte entre los mismos.

¿Fue un acontecimiento letal? Lo cierto es que resulta difícil saberlo, puesto que no existen datos firmes que nos lleven a pensar que sí. Pero tampoco podemos negarlo, sobre todo si tenemos en cuenta las actas testamentarias que se elaboraron en aquel año. Todo parece indicar que la epidemia se dejó notar duramente en el período de verano. Por aquel entonces, las epidemias de peste bubónica solían manifestarse durante los meses de junio y julio, cuando las temperaturas rondaban los 25-30 grados. En la actualidad llegamos a duplicar la cifra, por lo que sería impensable que nos atacara ¿cierto? El calor excesivo debió frenar la reproducción del virus, pero el verano abrasador en Córdoba no es una novedad, ya desde el último tercio del siglo XX se registran temperaturas muy altas, de manera que para el año 1488 las diferencias climáticas pudieron existir, pero no tan drásticamente como pensamos.

De una u otra manera, las famosas cifras de contagios que hoy día acaparan las noticias también debieron ser importantes en aquel momento. Las últimas voluntades de los cordobeses declaran que al menos el 93,20% de los que la otorgaron estaban enfermos. Con estos datos en la mano, las muertes y los contagios estaban a la orden del día. Estoy seguro de que cualquier cordobés o cordobesa de aquel año entonaría una carcajada si pudiera ver los números que actualmente nos ofrece el covid-19. Sobre todo, si tenemos en cuenta las precariedades del momento y el número de habitantes (no más de 60.000) a fines del siglo XV.

¿Se tomaron medidas para combatirlo? ¿Fueron confinados? Lo cierto es que sí. Los testimonios nos dicen que Córdoba se encontró desolada en el verano de 1488. De hecho, hay médicos que aconsejaban abandonar la ciudad y huir a segundas residencias (fincas y cortijos en la sierra y la campiña). Era recomendable buscar refugio fuera de las murallas de la ciudad, incluso se paralizaron actividades concejiles (Ayuntamiento). Se rechazaba el contacto directo, hasta el punto de que padres y madres evitaban visitar y cuidar a sus hijos, algo parecido a lo que ocurre hoy con nuestros abuelos. Como vemos todo nos sería familiar, ocurrió en el pasado y ocurre en el presente, medidas muy similares que tenían un mismo objeto que no era otro sino acabar con la epidemia.

Hay que conocer el pasado para actuar en el presente, pero, sobre todo, para planificar el futuro. Decir que Córdoba nunca ha vivido nada igual es un completo disparate, puesto que sí lo ha hecho, incluso en peores circunstancias que las actuales. La sociedad de aquel entonces era jerarquizada, lo que complicaba aun más las cosas. Es lógico pensar que las clases sociales más pudientes, es decir, la nobleza y el clero, fueran las que mejor paradas salieran de aquella situación, mientras que el campesinado se llevaría la peor parte. Con esto quiero decir que al menos en la teoría todos somos iguales ante la ley, pero aun así seguimos guiándonos por erróneas convicciones y pensando que los peor parados somos nosotros, los ciudadanos. ¿Qué pensaría de esto un humilde campesino cordobés en 1488? ¿Nos hace justicia? Que cada cual deduzca lo que crea conveniente...

* Graduado en Historia por la Universidad de Córdoba