Entre el conjunto de artículos aparecidos con motivo de la decisión del ayuntamiento de Madrid de retirar el nombre de Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto de su callejero, ha habido uno que recordaba que Madrid le debe al segundo de ellos el poder disponer de ese pulmón verde que es la Casa de Campo. En un artículo publicado en el diario El Sol el 17 de mayo de 1931, Niceto Alcalá-Zamora recordaba el conjunto de decisiones que había tomado el gobierno presidido por él, y en particular hacía referencia a lo siguiente: «La incautación del Patrimonio de la Corona quedó hecha en pocas horas, con todas las formalidades y garantías, y se ha acordado la entrega en favor de Madrid, Barcelona, Sevilla y Palma de Mallorca de palacios y parques anhelados por las respectivas ciudades como necesidades de embellecimiento y expansión». En el caso de la capital, uno de esos lugares era la Casa de Campo, convertida en patrimonio nacional a partir de un decreto publicado el 20 de abril de 1931 por el ministerio de Hacienda, que desempeñaba Indalecio Prieto.

El 6 de mayo, en un acto público desarrollado en aquel lugar, y en presencia de notario, el ministro hizo entrega de dichos bienes al alcalde de Madrid, Pedro Rico. Disponemos de un testimonio filmográfico y sonoro de dicha ceremonia gracias al Noticiero Fox Movietone, que realizó un reportaje con el título de El amanecer de una Nueva Era en España, donde recogía acontecimientos relevantes de los primeros meses de vida del nuevo régimen republicano, una película que perteneció al alcalde republicano de Priego, Francisco Adame, que fue felizmente recuperada, y que el Patronato Alcalá-Zamora, en colaboración con la Diputación, editó en 2013. Allí podemos escuchar las palabras de Prieto, donde instaba al Ayuntamiento de Madrid, aunque tuviera necesidades económicas, a que «no se sienta invitado a destrozar este hermosísimo parque para dedicarlo a construcción, sino que sirva para recreo e instrucción de los vecinos del pueblo de Madrid. La satisfacción del Gobierno es enorme al convertir lo que era un privilegio en un bien general para el pueblo de Madrid». Al final indicaba que el Gobierno esperaba que con medidas como aquella, y otras que vendrían, «Madrid se convierta en la más bella ciudad del mundo». Por su parte, el alcalde manifestó el compromiso de cumplir la verdadera finalidad por la cual le llegaban esos bienes de manos del Gobierno, y que desde luego no era para que sirviera de «sitio de orgías, ni de francachelas, ni de merendolas, sino para una honda labor cultural y de recreo del vecindario”. Por último, coincidía con el ministro en la satisfacción porque “lo que fue patrimonio de una familia» sirviera a partir de aquel momento «de recreo, de instrucción, desanidad y de cultura para todos».

Resulta llamativo que en ambos discursos se recurra a resaltar la vinculación del acto que se celebraba con la cultura y la instrucción de los ciudadanos. Estoy seguro de que tanto el actual alcalde de Madrid como la vicealcaldesa desconocen las intervenciones de los dos políticos, porque entonces serían conocedores del compromiso que Prieto adquiría con la ciudad de Madrid, es decir, con sus ciudadanos, que desde luego respondieron con su presencia aquel día. Y además, si así fuera, quizás no se habrían sumado a la propuesta de Vox, una formación que no solo genera conflicto en la vida política, sino que además se basa en la mentira, hasta el punto de que no tiene ningún problema a la hora de falsear la historia y manchar la imagen de Prieto, un político del que Miguel Maura dijo: «Jamás se dejó llevar por idealismos románticos ni por vaguedades ideológicas. Tuvo siempre una visión certera de las cosas y, sobre todo, de personas y del objetivo posible a alcanzar en cada momento».

*Historiador