La ministra de las dos AA y de un solo dedo de frente, Isabel Celaá, defiende el decreto ley que permite a un alumno titular en ESO y Bachillerato sin límite de suspensos. Como es su costumbre, al mismo tiempo arroja lastre diciendo que corresponderá a los equipos docentes determinar si el alumno ha alcanzado los objetivos previstos. O sea, veamos, primero convoca a Pandora con que se pueda alcanzar el título sin alcanzar competencias; segundo, se lava las manos y le pasa el muerto a los profesores para que sean ellos, como siempre, quienes tengan que bregar con las reclamaciones que habrá basadas en el decreto ley si alguien no pasa de curso o no titula; y, tercero, para Celaá es posible que alguien cumpla objetivos sin haberlos cumplido, olvidando que la nota es precisamente el resumen final de un montón de consideraciones evaluadoras sobre el alcance o no de objetivos y muchas cosas más, no un capricho emitido al azar. Realmente kafkiano. Y ahí queda eso, más burocracia para los docentes, más encajes de bolillos para los equipos, más amargura, más desprotección ante la desconsideración pública de la profesión y más frustración sobre la frustración de los docentes.

Para rematar el hallazgo, se propone la contratación de profesorado que no esté habilitado mediante el máster correspondiente y se justifica a causa del estado de urgencia. Toma ya modelo Finlandia, el mejor del mundo junto a Singapur y Canadá, donde alguien sólo accede a la docencia cuando demuestra un altísimo nivel de competencias.

Tantos años escuchando el axioma de que lo que no se evalúa se devalúa, y la ministra lo devalúa al tener que evaluar positivamente lo que la nota final deja claro que no lo es. Todo esto no demuestra sino, otra vez, su imprevisión por no haber pensado que iba a pasar lo que todos sabíamos que iba a pasar y que pasará. Es de suponer que habrá de haber una contestación por parte de sindicatos, consejos escolares, claustros, servicios de inspección, universidades y empresas ante lo que va a suponer una debacle formativa y una devaluación total de expedientes académicos. Curriculum vitae convertidos en curriulum mortis.

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