La pregunta: «Y vosotros, los que veis, ¿qué habéis hecho de la luz», se la formuló Bernanos a los cristianos, y cada vez que llega la Jornada del Domund volvemos a recordarla. Uno de los grandes mandatos del Evangelio es el anuncio de la Buena Noticia de la salvación de Dios a toda la humanidad: «Id por todo el mundo, dijo Jesús, y predicad el Evangelio». Por eso, el Domund es un día tan importante para la Iglesia y los misioneros, los grandes protagonistas de esta Jornada Mundial. El lema de este año, ‘Aquí estoy, mándame’, es la respuesta siempre nueva a la pregunta del Señor: «¿A quién enviaré?». Esta llamada viene del corazón de Dios, de su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la actual crisis mundial. El papa Francisco, en su Mensaje del Domund, comienza evocando las palabras que dirigió al mundo, en la plaza de san Pedro, el pasado 27 de marzo: «Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia, dicen: «perecemos», también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos. Estamos realmente asustados, desorientados y atemorizados. El dolor y la muerte nos hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del mal. En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder. La misión que Dios nos confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado, al yo reencontrado y renovado por el don de sí mismo». Las palabras del Papa retumban con fuerza en las entrañas de la humanidad. La celebración del Domund, subraya, significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de nuestras ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia. Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y a cada pueblo, para testimoniar su amor y su salvación. Este año, el Domund es distinto, las voces y la presencia de los misioneros y misioneras se ha multiplicado en las páginas web, en las emisoras de radio y en las pantallas de televisión. Escuché la voz de una de esas misioneras, Paqui Picón, superiora general de la Compañía Misionera del Sagrado Corazón, explicando que Dios nos hace ver que quiere un mundo distinto: «Dios nos ha hecho ver que en Él nada es fijo y nos enseña a estar abiertas, a no aferrarnos a programaciones. Dios nos invita a acoger con paz y tranquilidad lo que Él y la realidad nos presentan en cada momento. No es un Dios milagrero, sino que está presente y actúa de otra manera, contando con nuestra colaboración. Es un Dios que nos invita a recrear nuestro mundo, desde la creatividad; es un Dios que clama por una mejor educación y una mejor atención en salud». La misionera nos dice también que la labor en las Misiones se centra hoy en «el encuentro» con las personas, más que «en el rito». «Amamos, atendemos, acompañamos a tantas personas como sufren soledad y abandono. Los misioneros somos enviados de Dios a los países más necesitados. Ayudadnos».

* Sacerdote y periodista