Hay quien afirma que la vida siempre acaba por poner a cada uno en su lugar. No estoy muy convencida de eso, pero en ocasiones el bien hacer, la superación y el amor al trabajo encuentran por fin su reconocimiento. Miguel Delibes tuvo la fortuna de catar ya en vida las mieles del éxito y, sobre todo, saboreó la bienquerencia de quienes le rodeaban. Un feliz encuentro con una joven de vasta cultura, María Ángeles de Castro, enamorada primero de la literatura y después de Miguel, para quien su mejor regalo de novia fue una máquina de escribir, sembró el germen de una vocación, la de escritor, para la que Delibes nunca antes se había sentido llamado y que le proporcionaría inmensas alegrías, así como nos donaría a los lectores un magnífico legado.

Trabajador incansable, de gran rectitud, amante de la naturaleza y del universo rural, se rodeó de una gran familia, donde María Ángeles era su adorado centro y eje en torno al cual nacieron infinidad de manuscritos, todos ellos de una gran categoría humana y literaria. En su obra Mujer de rojo sobre fondo gris , Delibes hace gala del infinito cariño que profesó a su mujer, con la que siempre mantuvo una entrañable complicidad, siendo el respeto, la lealtad y el amor eternos compañeros de viaje. Comprometido con los problemas sociales, en Los santos inocentes muestra con exquisita sensibilidad el desajuste y las injusticias de las desigualdades de clase; en El príncipe destronado profundiza en la sicología infantil, y en Cinco horas con Mario retrata con inusitado realismo las diferentes formas de entender la vida entre el hombre y la mujer de su tiempo. Al cumplirse el centenario de su nacimiento, la Biblioteca Nacional ha preparado una magnífica exposición sobre su vida y obra, excelente oportunidad para rendirle un merecido homenaje.

* Escritora