Desde el próximo 1 de septiembre, en el que se celebra la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, hasta el día 4 de octubre, fiesta de san Francisco de Asís, la Iglesia nos invita a vivir el «Tiempo de la Creación», una iniciativa para rezar, desarrollar proyectos y comprometerse con el medio ambiente. Este año, además, con motivo del quinto aniversario de la encíclica Laudato si, el papa Francisco promueve la reflexión y profundización sobre este texto dedicado al cuidado de la Casa Común. Este año, también, el Tiempo de la Creación tiene como lema Jubileo por la Tierra: nuevos ritmos, nuevas esperanzas. Un comité ecuménico coordina las actividades de este Tiempo con la intención de ayudar a los cristianos de todo el mundo a renovar la relación con el Creador y con toda la Creación, por medio de la celebración, la conversión y el compromiso conjunto. El Tiempo de la Creación de este año está marcado por la pandemia del coronavirus y por la urgente necesidad de sanar relaciones con la Creación y entre hombres y mujeres. ¿Quién podrá negar la influencia que existe entre el cuidado de la naturaleza y las posibles plagas que surjan, a causa de los destrozos del medio ambiente? Monseñor Bruno-Marie Duffé, secretario del Dicasterio por el Servicio de Desarrollo Humano Integral del Vaticano, explica en la carta en la que anima a la participación que «en un momento en el que el mundo experimenta una profunda incertidumbre y sufrimiento en medio de una emergencia mundial, estamos llamados a reconocer que una recuperación verdaderamente sana significa ver que todo está conectado y recuperar los lazos que hemos roto». El papa Francisco, por su parte, nos anima a «redescubrir la creación: una pausa para pensar y atender el clamor de la Tierra y de los más pobres. Ir hacia las periferias, hacia los más olvidados». El Papa nos recuerda que el grito de la tierra y de los pobres ya no puede esperar más. La situación que estamos viviendo en el planeta cada día se agrava más y especialmente afecta a aquellas poblaciones que se encuentran en una mayor situación de vulnerabilidad y pobreza. Como han denunciado con fuerza los impulsores del Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC), «estamos en un momento crítico de entrar en UCI planetaria. Es lamentable que lo que no somos capaces de conseguir por solidaridad, no nos va a quedar más remedio que hacerlo por mera subsistencia. El objetivo de la economía no puede ser seguir creciendo ilimitadamente». Y quizás por todo esto, la pandemia del covid-19 nos ha dado un baño de realidad y ha puesto de manifiesto, una vez más, la fragilidad humana y la enorme brecha entre ricos y pobres. Hemos podido comprobar que todo está relacionado, que todos somos parte de la gran familia humana y, sobre todo, que necesitamos entender que, o salimos todos juntos de esta crisis, o no vamos a salir. El mensaje innovador que el papa Francisco lanzara hace ya cinco años, con su encíclica Laudato si, cobra hoy palpitante actualidad. Sobre todo al contemplar, doloridos y angustiados, cómo Andalucía vuelve a romper la barrera de los ochocientos nuevos contagios diarios y sigue la tendencia de incremento en nuevas hospitalizaciones. ¿Qué hacer, entonces? Cuando la realidad se vuelve implacable, se pone a prueba la consistencia de nuestra esperanza. Y la esperanza es «una certeza en el futuro en virtud de una realidad presente». Como nos aconseja el Papa: «La oración y el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras».