Después de aquella caniche que tantas soledades compensó en mi vida, llegó él y la polémica cuando en mi casa se aborda su castración. Si fuera hembra, de nada hablaríamos, pero como se trata de extirpar testículos, eso son palabras mayores. Si en el mundo hubiera un lugar recóndito en donde a los machos se les cortaran los testículos, habría una revolución mundial y Trump enviaría un ejército de marines con toda su testosterona.

Pero existen países en donde se practica la ablación, una aberrante práctica que extirpa parcial o totalmente los genitales externos femeninos, y nos quedamos tan frescos, porque hablar de mutilar a las hembras parece que no tiene importancia cuando es en realidad un delito de lesa humanidad. Se cometen a diario miles de ablaciones sin que nadie, o muy pocos, se revelen contra ello. Los eunucos también existieron, pero que sepamos ya no y precisamente fueron una exhibición más de testosterona de aquellos que querían a muchas con candado puesto y un castrado de guardián.

Y ahora viene mi confesión, cuando entendí que egoístamente no estaba dispuesta a que mi Chana pasara por varios embarazos, por partos delicados y por el dilema de qué hacer luego con esos perrillos que sabía me enamorarían, decidí que la mejor opción para ella era la castración, sin la frustración continua de no catar macho. Al mismo tiempo que su veterinaria me convencía de que, de hacerlo así, le podía evitar quistes ováricos y no sé cuantas cosas más. Nadie en mi casa protestó al castrar a Chana pero ahora es una cuestión de estado plantear hacer lo mismo con los «cojones» de Glass .

Un tiempo antes de que muriese Chana , había llegado él, el inesperado, el inquieto, el que me adora, el que da los saltos más altos, el intrépido y valiente, ese que desde que llegó no para de buscar el hueco para escapar y empotrar a una buena hembra. Si cuando castré a Chana no hubo debate, ahora todo se vuelven reticencias y negativas del sector masculino del hogar, alegando que «los huevos no se cortan», y aquí viene la disyuntiva y la reflexión: ¿por qué aunque sean animales -y hasta de personas- seguimos hablando de testosterona, de genitales, de ovarios y testículos con distinto rasero? ¿Por qué asumimos que una hembra no se reproduzca y se le cercene el placer en su vida y nos dé profunda tristeza -a todos- si es el macho el que no empotra, ni reparte su esperma? Así es la vida, amigos, y aquí me hallo en esta tremenda disyuntiva porque hasta yo misma asumo que me pareció para Chana la mejor opción y para Glass tengo mis dudas... ¿Y si se amorcilla cual eunuco y pierde su frescura? H